• Pasame la medicina Manué.
  • La medicina es la ciencia que se ocupa de la comprensión de la enfermedad, sus mecanismos y causas así como del estudio de las estrategias, plausibles en un tiempo y lugar determinados, para mitigar sus efectos nocivos sobre la vida de las personas.
  • Esta música es medicina para mi alma.
  • La tiranía de la medicina y lo saludable generan, per se, un grupo fácilmente caracterizable de dolencias humanas, desde angustia a erupciones cutáneas.
  • La medicina como responsable de los daños humanos: Cómo matar al mensajero, o: Los riesgos de la ciencia de la portavocía del dolor y la muerte.
  • Ars longa, vita brevis. Medicina y su contradicción intrínseca con el saludable deambular.

 

Hay tantas formas de definir, entender, vivir y convivir la Medicina como granos de arena en la playa que sitia mi hogar. Del mismo modo todos y cada uno de ellos, no es tan sólo admisible sino innegable, del mismo modo, repito, cada uno de esos granos son arena, todos imprescindibles y necesarios, no sólo para entender sino también para poder disfrutar de esta minúscula playa.

 

Se ha impuesto en los últimos tiempos, entre otras tendencias, una pequeña tiranía de lo saludable. La divulgación de conductas recomendables para la salud se ha confundido con la difusión de ideas más superficiales sobre lo que es más adecuado para nuestros organismos humanos, y, finalmente, nos hemos encontrado bajo una incipiente presión para seguir los dictados de (dudosos) portavoces de nuestro propio bienestar.

 

Creo que habría que empezar por explicar la naturaleza de esta actividad. Actividad porque de «Ciencia» la Medicina tiene una pequeña parte, alícuota, la que le corresponde: fundamentalmente en forma de guía, de orientador, de señalizador de áreas de interés, en las que luego en realidad trabajan otros, verdaderos científicos de raza, que se ocupan de contestar a las preguntas que les planteamos.

 

Decía que la medicina es fundamentalmente actividad. Algunos dirían, con la parte de razón que corresponde a su grano de arena, que la medicina es la actividad de luchar contra la enfermedad. Desde esa perspectiva los equipos sanitarios serían excelsos grupos de intervención que atraviesan inmensos peligros para luchar contra los malévolos contrincantes: la enfermedad y la muerte. Los enemigos primeros y últimos, y contradictoriamente, a la vez, la causa original de tan maravillosa gesta.Yo no comparto esta opinión. Como médico creo que sería más adecuado explicar a los pacientes (o sea: todos nosotros en un diferente contexto espacio-temporal) que la sacrosanta actividad médica se asemeja más bien a la del bombero-torero, a perseguir a un funambulista en la cuerda floja desde el suelo, con los brazos extendidos, con la esperanza de que no caiga muy lejos y podamos mitigar parcialmente el impacto. Este diferente paradigma supone mucho más de lo que parece: si, los sanitarios no parecen tan heroicos vistiendo nariz de payaso; más significativo es el hecho de que el sanitario pasa a formar parte de un espectáculo, que él no organiza, que él quizá prefiriese evitar o incluso luchar contra su existencia; pero, en relidad, un contexto para el que trabaja, del que forma parte, sin el que no podría vivir, cuya existencia considera ineludible.

 

¿Están los “pacientes” preparados para asumir semejante caída de los ídolos?. En situaciones de stress, miedo, angustia, dolor, parecería que lo ideal es verse acompañado por una figura fuerte en la que poder confiar ciegamente, en la que depositar esperanzas e ilusiones, tan fundamentales para la sanación. Sin embargo vivimos un tiempo en el que, por ley, el paciente tiene y debe saber de la falibilidad de la atención que recibe. Ahí están el consentimiento informado y el cambio de paradigma del médico-dios al médico-facilitador para probarlo. Mi experiencia dice que el paciente que quiere/necesita atribuir cualidades sobrehumanas a las personas en las que deposita su vida lo va a hacer, por mucho que expliques, por mucho que insistas, con palabras, con datos o con textos, en la falibilidad personal, del sistema y de la propia Medicina. Por otro lado el relato del payaso, para todos los demás, resulta reconfortante, creo, porque el personal sanitario aún dejando de ser un salvador infalible y por tanto incapaz de prometer la salvación eterna, se convierte en un compañero en el viaje a través de la enfermedad, del sufrimiento. Y si, la tan minusvalorada compañía en tiempos del individualismo entendido como camino hacia la responsabilidad social, decía, la tan minusvalorada compañía, compañía por personas, que sin ser dioses, están ahí armados de herramientas para intentar conseguir que la tragedia quede en drama, compañía por personas que te miran con respeto, en términos de igualdad, que te reconocen y se reconocen en el paciente, en la persona, en la enfermedad y en la muerte como parte necesaria del proceso de la vida, es, más allá de la compasión, una herramienta también útil de sanación. Creo, que todo esto, para muchas personas, resulta reconfortante en última instancia.

Hay otra derivada de esta forma de relatar la Medicina. Desde esta perspectiva ,que nos llega de esperanzas de vida nonagenarias y algunas otras peculiaridades de la vida (occidental) moderna, desde esta perspectiva, la tiranía de lo saludable sólo tiene sentido cuando lo que se considera saludable es disfrutar y celebrar la vida, cada uno la suya, tal y como cada paciente la entienda.

 

Hay aquí una segunda confusión. ¿Quien dicta qué es lo que es conveniente desde el punto de vista de la salud? Una perspectiva diría que el médico, experto en la materia, debe dictar las recomendaciones para una vida saludable. Otra que el paciente es un cliente y hay que ponerse a su incondicional servicio.

Desde mi punto de vista, como con casi todo, el acierto está en el punto medio. Los “patient-driven systems” (medicina privada, medicina defensiva…) acaban por caer en el peor de los pecados médicos: actuar, proceder, en función de los deseos del paciente, de su entender sobre lo que le conviene, desgraciadamente con nocivas consecuencias para su salud. Los “doctor-driven systems” corren el peligro de imponer cambios en la vida del paciente que en última instancia afecten negativamente a su correlato biográfico y por tanto a la salud del individuo que en principio invocan como justificación para sus propuestas.

La actividad médica consiste en parte en dañar al paciente (Oh dios), es por definición una injerencia externa en el proceso natural, el devenir de su biología, y, desde ese punto de vista, siempre una agresión. El «primum non nocere» no exime de contrariar al paciente y recomendar lo que desde un punto de vista experto es más conveniente para su salud. Usted puede desear que yo le haga un scanner para mitigar su miedo al cáncer pero yo debo explicarle que ese miedo no se va a mitigar por ese camino, que su origen y su solución es otro, y que realizarse pruebas médicas en momentos inadecuados (más allá de milagrosos/casuales (incidentales los llamamos) hallazgos) tiene habitualmente como consecuencia un daño mayor para la salud del que se expone a semejante cosa.

Por otro lado basarnos en los resultados de la «mucha ciencia», de las muchas preguntas que los profesionales lanzamos al laboratorio (a la vida experimental), de lo que llamamos «medicina basada en la evidencia», para tomar decisiones clínicas (en la vida real) puede llegar a ser también bastante embarazoso. Así, por ejemplo, yo podría hacer la recomendación médica de que no existiesen casas con escaleras tan escarpadas en el Reino Unido y sé, positivamente, que se reducirían las tasas de mortalidad por TCE (traumatismo craneoencefálico). Sin embargo es muy dudoso que a los pacientes les compensase la relación beneficio-riesgo entre dejar sus hogares y evitar una hipotética caída. Lo mismo ocurre con actividades más evidentes como el consumo de alcohol y tabaco, o determinados alimentos, ¿hasta que punto las medidas impositivas están justificadas? Es como contratar a un albañil para que derribe un muro y que éste te obligue a derribar dos porque bajo su criterio esto va a ser lo más adecuado para la vivienda…

En otras palabras, creo que la medicina debe estar al Servicio del paciente, nunca de la propia Medicina, cómo si esta fuese un bien en sí mismo, más allá o por encima de las demandas del propio paciente. Eso sí, sin confundir servicio con sumisión porque en ese momento estaría fallando en su propósito.

 

Pues estas son unas pinceladas de las sensaciones y contradicciones que la actividad médica produce en algunos de los que participamos de ella a día de hoy. ¿Diferentes de las que produciría/rá /ía en otro tiempo y lugar? Seguro ¿Similares a las que procidiría/rá/ía en remotos lugares y tiempos? Probable ¿Entonces no hay respuesta a nuestro sufrimiento e inquietud, a la enfermedad y la muerte? Disculpe, por favor no distraiga, estoy contando granitos de arena.

 

 

To GC & L not personaly of course.