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By TedQuackenbush – Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20831312

A principios de verano nuestro pirata Guille embarcó rumbo a Australia, cosas de cómo está la ciencia aquí, donde lo recibieron con los brazos abiertos y un contrato decente para ganarse la vida, dispuestos a aprovechar su productividad y -esto ya me lo imagino yo- levantando una copa a la salud de los responsables que, en España, siguen formando científicos sin procurar un tejido productivo donde puedan encajar.

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Polaris, en la cola de la Osa Menor, y la línea que marcan las dos estrellas del extremo de la Osa Mayor en su dirección, que facilita localizarla

El caso es que tener a Guille allí, tan cerca de las antípodas, nos tiene a los piratas pensando boca abajo. Y cuando a mitad de agosto nos asomamos a ver las Perseidas, algo “hizo perla” en mi cabeza. Ahí estaba, casi perfectamente alineada con el eje de rotación de la Tierra, la última estrella de la cola de la Osa Menor, Polaris. Había llegado a ella como de costumbre, proyectando cinco veces la distancia entre las dos estrellas del extremo de la Osa Mayor –más fácilmente reconocible- en la dirección de la línea que las une. Una vez orientado, como digo, sabiendo que el Norte estaba en la dirección que marca Polaris, me vino la duda. ¿Y cómo se orienta la gente en el hemisferio sur? Porque, pensé, igual que Homer Simpson es incapaz de verse la hebilla del cinturón, quienes estén situados en latitudes meridionales no pueden ver la Estrella Polar.

No podía creer que nunca hubiese oído o leído nada al respecto. Hasta ese punto llega el egocentrismo de la raza humana. Nos creemos el centro del universo, y, no contentos con eso, nos quedamos encerrados entre las cuatro paredes de nuestro hemisferio (que además es el norte y que hasta parece que mole más). Pues bien, resulta que para orientarse pasado el ecuador hacia abajo hay que buscar una pequeña constelación llamada “Cruz del Sur”. Como su nombre indica está formada principalmente por cuatro estrellas que definen dos travesaños. Siguiendo la dirección del vertical hacia abajo podemos encontrar el Sur geográfico. Quien se encuentre en el ecuador podrá ver ambas, la Osa Menor y la Cruz del Sur, y elegir por tanto hacia dónde ir.

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La Cruz del Sur

Y ya que estamos mirando al cielo, desde uno u otro hemisferio, podríamos repasar alguna de las misiones espaciales que ahora mismo están en curso en el sistema solar. Nuestra querida Rosetta sigue orbitando el cometa 67P, ahora mismo entre las órbitas de Marte y Júpiter, a 17 días de terminar su misión con un “aterrizaje” final. En la ESA han elegido un hoyo, pozo o cráter desde donde se originan proyecciones de polvo, y que abundan en el cometa, para encestar la sonda en lo que tiene que ser el triple más lejano de la historia de la humanidad. Cerca de Rosetta, en Júpiter, tenemos a Juno, una sonda de la NASA dedicada a estudiar el planeta gigante y que ya ha mandado fotos de su Polo Norte, que han sorprendido por la intensa actividad tormentosa que muestran y por la ausencia de las bandas de color a las que estamos acostumbrados. Y al otro lado, en Marte, tenemos al Curiosity Rover, todo un laboratorio portátil que lleva ya tiempo trabajando en la superficie del planeta. Su último descubrimiento, unas imágenes de grandes formaciones de rocas areniscas estratificadas, similares a las que se observan en algunos desiertos de la Tierra.

Rocas en la superfície de Marte ( NASA/JPL-Caltech/MSSS )

Es, desde luego, un privilegio poder disfrutar de la información que obtienen las agencias espaciales en sus misiones y que comparten casi en tiempo real, más aún si la añadimos al placer de la mera observación del cielo en una noche despejada. Cada vez nos lo ponen más fácil, con aplicaciones para móvil como Skyview, que nos ofrece un mapa celeste interactivo, señalándonos las principales estrellas, las constelaciones que forman, los planetas y otros objetos como el telescopio Hubble o la Estación Espacial Internacional. Resulta especialmente emocionante observar esta última, visible porque refleja la luz del Sol en sus paneles, cuando su órbita le hace pasar de noche por encima de nuestras cabezas. Aquí puedes encontrar los “pases” visibles de los próximos días, y asomarte a saludar a los tres astronautas que ahora mismo viajan en ella, a más de 400 km de altitud.

Todo se pone en perspectiva si miras al cielo. Como dice Robe, “me siento mejor si sé que tengo una estrellita, pequeñita, pero firme”.