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Hace solamente unas semanas los Piratas participamos en el segundo congreso de Arte, Ciencia, Ciudad y Sociedad organizado por la Universidad Politécnica de Valencia y su Máster de Artes visuales y Multimedia, incluso tuvimos a Guillermo inmerso
  en la organización. Quizá por eso fue posible que presentara un proyecto junto a la ilustradora Marta Muñoz, un pequeño empujoncillo en un ambiente mucho más tecnológico que nuestra propuesta, y luego os cuento por qué.

El congreso fue un encuentro interdisciplinar para hablar de arte y ciencia desde numerosos puntos de vista, pero sobretodo enmarcándolo en las ciudades y la tecnología, siendo la luz un concepto transversal (si no os habéis enterado ya de que 2015 es el año internacional de la luz es que no estáis en la onda, y nunca mejor dicho). Y es que la innovación tecnológica que se basa en la luz puede tener, y está teniendo, implicaciones en la energía, las comunicaciones, la sanidad, etc., generando de algún modo un alumbramiento de los conocimientos hacia la sociedad o haciendo visibles conexiones que aún no se están dando, de ahí el lema del congreso “¡Luz, más luz! = Visualidad :: Energía :: Conectividad”.

Como simple asistente al congreso, fue un auténtico placer escuchar charlas científicas pero también otras de pura filosofía, descubrir proyectos que van desde la construcción de una herramienta para evaluar el arte medioambiental, hasta la creación de un vocabulario visual para analizar e inventariar el arte abstracto. Encontré, como imagino que pasa siempre, gente con el concepto arte y ciencia muy asumido y desarrollado, otros que están empezando el camino y algunos que no entendían nada (es inevitable), pero creo que se armó un entorno de contactos útil y revelador, y que se trataron conceptos básicos que siempre son inspiradores.

Ya como participante reconozco que el proyecto de Marta y mío, basado en una idea muy simple: las patatas crecen hacia la luz, era una marcianada en el creative room, pero sin embargo, se convirtió en una oportunidad de intercambio, encuentro y descubrimiento, por nuestra parte por supuesto, y esperamos que también por parte de algunos observadores y de otros asistentes con los que estuvimos hablando. Además, no dejó de ser el contrapunto plástico en un entorno absolutamente tecnológico.

Os voy a contar nuestra idea, historia, propuesta, tal y como lo he estado haciendo estos días, sin artificios, en pocas palabras, para todos los público, en versión tráiler. Porque esto es como cuando te rompes una pierna y tienes que dar explicaciones a todo aquél que se queda mirando tu escayola, acabas haciendo una versión “resumen” para no acabar en el psiquiátrico. Así que lo conté tantas veces que me di cuenta de que lo simplificaba hasta el extremo, y sin embargo no percibí que se perdiera nada del mensaje, que profundizar en el tema estaba bien pero que también se podía entender de otra forma. Pensé que quizá nos ahorraríamos muchos problemas divulgativos si hiciéramos este ejercicio con algunos temas.

Cuando alguien se me acercó, o lo expliqué en casa, o en el trabajo, les dije que Potato Boy era un proyecto basado en una historia que nació en la familia de Marta, sobre un niño que tiene una patata, y con la que entra en una cueva. Al final el niño se pierde, se asusta mucho y se queda dormido. Entonces la patata hizo lo que toda patata sabe hacer, crecer hacia la luz, y al despertar, el chico no tuvo más que seguir los brotes para encontrar la salida. A partir del cuento, que Marta ilustró, yo redacté un cuento, para generar al final un producto más o menos literario. Pero a partir de ahí, surgió la idea de trabajar el concepto del crecimiento de la patata con nuestros hijos (ambas tenemos niños de edades similares), así que les explicamos un poco y luego hicimos durante algo más de un mes, cada una en nuestra casa, experimentos en los que participaban. Dejamos patatas en cajas, en agua, en luz natural, etc., y para cada cosa los peques tenían que emitir hipótesis que luego dibujaban para comprobar al cabo de las semanas lo acertado o no de su idea. Al final las fotos del proceso,  los dibujos de nuestros hijos, el cuento y las mismas patatas acabaron conformando la idea de hacer divulgación científica con niños a partir de un cuento ilustrado, y son lo que da forma al proyecto Potato Boy.

Yo he quedado encantada de hacer algo mucho más creativo de lo que hago habitualmente, he establecido con Marta un vínculo muy productivo, participé de un congreso interesantísimo al que seguramente nunca me hubiera acercado, y además he abierto una vía de reflexión y exploración propia para seguir trabajando la comunicación de la ciencia con nuevas herramientas. Parece que la divulgación, si la buscas, se puede esconder en cualquier parte, y que con una buena dosis de iluminación da lo mejor de sí.

Nota: Podéis leer aquí el paper que nos han publicado

Ilustración: Marta Muñoz (c) http://www.martamunoz.co.uk/