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Nos despertamos con la alarma de un teléfono móvil; escribimos y leemos correos electrónicos en un móvil, en una tableta o en un ordenador; utilizamos esos mismos dispositivos para ojear los titulares de la prensa, seguir nuestros blogs favoritos, ver vídeos y consultar nuestras cuentas de twitter, facebook o linkedin…

En el número de Julio/Agosto de 2008, la revista “The Atlantic” publicó el artículo “Is Google making us stupid? What the Internet is doing to our brains”. Su autor, Nicholas Carr, es un escritor especializado en tecnología, cultura y economía. En 2010, Carr desarrolló esas ideas en el libro “The shallows. What the Internet is doing to out brains” (“Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”, publicado por Taurus). Este libro apareció en la lista de superventas del diario The New York Times y quedó finalista del Premio Pulitzer en el año 2011. La tesis que defiende Carr en esta obra es que el uso de Internet puede tener efectos perjudiciales sobre el pensamiento al disminuir la capacidad de concentración y contemplación.

Si tenéis cierta soltura con el inglés podéis acceder libremente al artículo en la página web de la revista “The Atlantic” y formaros vuestra propia opinión. Porque, en este espacio, me gustaría comentar no tanto las explicaciones de Carr y el debate que se generó, sino los hechos empíricos que expone en los primeros párrafos del artículo. El punto de partida fue la sensación que tuvo el autor de que algo había cambiado en su mente: ya no pensaba de la misma forma que antes. Notó este efecto sobre todo a la hora de leer: habitualmente no tenía problemas para sumergirse en un libro o en un artículo largo, y podía pasarse horas leyendo. Pero, con el tiempo, su concentración se había reducido, y era incapaz de leer más de dos o tres páginas seguidas antes de perder el hilo y buscar alguna otra cosa para hacer.

“Pienso que sé lo que ha pasado”, escribe. Durante más de diez años había pasado mucho tiempo trabajando con ordenadores y utilizando frecuentemente Internet. Para él, como escritor, la red había sido una bendición por la enorme cantidad de información a la que podía acceder fácilmente. Pero, al mismo tiempo, la red se convirtió en su principal fuente de información. Y el medio no es neutro: Internet ha alterado la forma en la que accedemos a la información y, de esa manera, ha alterado nuestros hábitos mentales. El estilo de presentación de la mayor parte del contenido de internet puede alterar significativamente la capacidad de concentración debido a las muchas distracciones que rodean a menudo el contenido de internet como, por ejemplo, el hipertexto.

¿Habéis sentido algo similar a lo que expone Nicholas Carr? ¿Vuestra mente está en constante alerta esperando nuevas píldoras de información? ¿No podéis estar sentados con un libro más que un rato antes de levantaros para… para nada? Tiraré la primera piedra: sí, yo lo he sentido. Y, más allá de lo que supone para mí y para mi trabajo, me preocupa por el impacto sobre las generaciones futuras.

Buena parte de mi entorno está formado por gente dedicada a la enseñanza en distintos niveles: infantil, primaria, secundaria y, también, universidad. Desde hace tiempo, un tema habitual de conversación es el efecto que las nuevas tecnologías (videoconsolas, móviles, ordenadores, tabletas) tienen sobre el universo mental de las nuevas generaciones. No sé si os suenan los conceptos de nativos y emigrantes digitales. Nicholas Carr y yo, y buena parte de vosotros, si tenéis más de 25 años, entraríamos dentro de la categoría de emigrantes digitales: crecimos en un universo gutenbergiano amenazado por la radio y la televisión, y hemos emigrando hacia un universo que nos ha transformado pero en el que no acabamos de sentirnos cómodos. Sin embargo, las nuevas generaciones son nativos digitales: han jugado con videoconsolas, móviles, tabletas y ordenadores desde muy pequeños. Para ellos, desde que tienen memoria, la principal fuente de información es una pantalla interactiva, no un libro.

Richard Watson, en su libro “Future minds. How the digital age is changing our minds, why this matters and what can we do about it”, enumera algunas de las características del universo mental de los nativos digitales. Son individuos multitarea, que procesan la información en paralelo, que leen textos de forma no lineal, y que prefieren las imágenes a las palabras. Para ellos, la memoria es algo que se encuentra en un disco duro, por lo que no tienen necesidad de memorizar: si necesitan información, la buscan en Google o en Youtube. Además, usan frecuentemente los dispositivos digitales para evitar la confrontación y el compromiso. Piensan que, cuando algo va mal, siempre pueden presionar un botón y comenzar de nuevo. Quieren respuestas instantáneas, así como aprobación y recompensas frecuentes. Sus mentes están hiperalerta a los múltiples flujos de información que les rodean, pero la atención y la comprensión suele ser superficial. Sus cerebros son ágiles pero no son cultos porque ignoran el contexto más amplio de la información que reciben.

A lo largo de los últimos años, las primeras generaciones de nativos digitales han atravesado el sistema educativo y, en estos momentos, se están incorporando al mercado de trabajo. A lo largo de los últimos años, como ya he comentado, los profesionales de la educación de mi entorno han reflexionado sobre esta cuestión. Y, a lo largo de los últimos años, ni la administración autonómica ni la administración estatal han abordado esta problemática. Así que, como ha comentado el compañero de Piratas Javier Gómez Ferri al revisar el borrador de este texto, no podemos dejar de expresar nuestra perplejidad por como se ha llevado a cabo “una reforma educativa pensando más en sostener y promocionar ideologías pasadas que en preocuparse por las implicaciones y utilidades de las nuevas tecnologías de la comunicación y el entorno que crean; ocultando su anacronismo apelando a palabras mantra como innovación o calidad, como si por poner eso en la declaración de intenciones de una ley los sujetos que sean educados bajo ella automáticamente van a ser innovadores.”