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Desde hace décadas el uso de la tecnología en las creaciones artísticas es más que evidente. Muchos fotógrafos no se resisten a retocar sus instantáneas, hacer montajes, etc; otros artistas basan sus creaciones en el uso de pantallas electrónicas y otros dispositivos luminosos -la creación de hologramas es un ejemplo-, e incluso la realidad virtual ya tiene su hueco. Qué decir de la música: instrumentos analógicos y digitales, efectos desde una mesa de mezclas, programación -uso de secuenciadores entre otros-, … Y el software CAD/CAM tan empleado en diseño industrial y en arquitectura. En el cine también es muy común oir que los efectos especiales son una obra de arte, por no hablar del cine de animación -desde el dibujo clásico a la infografía-.

Todo ese uso de la tecnología en la creación artística es posible gracias a los ordenadores genéricamente hablando -aquí entrarían desde el ordenador personal, hasta el uso de microcontroladores y demás dispositivos electrónicos programables- pero sobre todo del software que se ha creado, que permite hacerlo cada vez de una forma más natural e intuitiva. Hay un programa informático que ayuda al creador a diseñar y añadir efectos digitales,  o un microcontrolador programado que hace que un visualizador se ilumine de una forma u otra, por poner ejemplos. ¿Y quién ha creado la herramienta para el artista? Pues un ingeniero, programador y/o analista informático.

En las últimas semanas he hablado con más de un amigo ingeniero que programa dispositivos electrónicos, e incluso el azar me llevó hasta la página de una antigua compañera de clase, que se dedica al diseño digital. De esta forma tan tonta, se me iluminó la bombilla para ver lo evidente, pero que siempre queda oculto por la obra y su creador: y nada de quitar mérito al artista, que ha tenido la idea de cómo usar todo eso y para qué. Pero de los creadores de software pocas veces se habla, y menos para compartir el mérito. Para que un artista/creador pueda usar todo eso, antes otras personas han tenido que pensarlo y codificarlo. Se parte de un diseño y luego se ejecuta, escribiendo el código. Según lo que se quiera hacer, para qué y el dispositivo a usar, se usan diferentes lenguajes de programación.

Los que estamos y tenemos contacto con este mundillo, estamos habituados a oir expresiones como «código basura» o la inglesa «coding is poetry», y es que hay muchas formas de programar: unas más elegantes que otras, o más eficientes, o capaces de que se haga algo con menos iteraciones en los bucles y algoritmos. En resumen, que también hay un arte en esto de crear el código de programación. Con esta entrada simplemente quería llamar la atención sobre estos otros creadores,  que no sé qué pensaréis vosotros, pero aunque no expongan en museos, mucho de lo que llamamos arte hoy en día sería imposible sin ellos.