Imagen: Fontanars del Alforins (www.enfoca2.com)

Valencia. Podría parecer que en esta palabra, un nombre propio, la V es la letra capital. Pero cualquier Valenciano sabe que esto es falso. En estas tierras, mi tierra, hay, al menos, una raíz importante, “Beni”, y una letra importante, A. Es una conexión con nuestro pasado árabe, aunque me atrevería a corregir y decir más bien que es una conexión con nuestro presente. Bajo esa letra, que levanta miles de palabras de esta región del Levante, como Alicante, Alfara, Algimia, Albalat, Albuixech, Alcira, y muchísimas más, se esconde una vida sensual y mediterránea, acariciada por las olas y templada por el sol. Pero sería demasiado cursi dejar florecer tantas virtudes sobre una vocal que identifica a una región, sin completar el relato con una parte del talento que dirige el esfuerzo y el trabajo para que sea así. Es más, dejando pasar por alto alguna de sus desgarradoras sombras. Para ello, hoy quiero viajar a través de la A.

A de Alboraya

Desde las ventanas de mi casa tengo una vista espectacular a la huerta del norte de Valencia. La huerta de Alboraya. Es un paisaje verde, salpicado por alquerias blancas, y al fondo, el mar. Alguna vez he dicho que con esa vista, desayunando, ya pueden pasarme cosas que seguiré contento. Una exageración, claramente. Pero, desde luego, es un paisaje que transmite vida y fuerza. No es casualidad que para salir a correr haya elegido el carril bici que sigue la antigua vía Augusta. Recientemente, por las mañanas, corriendo por este carril, entre la huerta, he adivinado que están apareciendo nuevas orxaterias. La novedad es que se están abriendo negocios en los antiguos caserios Valencianos. Tomar orxata en la huerta suena una actividad coherente. Y no es solo así, si no que además denota una cosa: amor por la tierra. Por nuestra tierra. Es una oportunidad económica e industrial de ganar queriéndonos.

A de Alforins

Durante unos meses se me han hinchado los ojos con Florencia y la Toscana. Hay dos clases de turistas, los que salen de su tierra temerosos de sí mismos y, como escudo, acaban por criticar y desprestigiar todo lo que ven, y aquellos que quieren dejarse seducir por lo que pueden conocer. Pero también hay dos clases de anfitriones, aquellos que siempre encuentran lo externo como superior, y aquellos que bajo el cristal de la rutina y lo cotidiano continúan viendo las maravillas que esconde su propia tierra. Para mi, una de esas maravillas es la región dels Alforins. Ese triángulo entre Fontanars dels Alforins, Moixent y la Font de la Figuera. Hay quien llama a esta zona la Toscana Valenciana, pero creo que Alforins tiene suficiente reverberación como para no necesitar comparaciones. De allí salen todos los años una cantidad importante de vinos. En sus bodegas se puede encontrar un equilibrio perfecto entre tradición, innovación, esfuerzo, trabajo, historia, fortaleza, cuidado y pasión. Y ciencia. La ciencia que permite ayudar a todas estas palabras.

A de Agulló

Desafortunadamente, la vida no es tan idílica como a uno le gustaría escribir. Hoy hace 20 años que Guillem Agulló fue asesinado de un cuchillazo en el corazón por un neonazi. Agulló era nadador de elite, y fue preseleccionado para los juegos olímpicos. Pero, en un momento determinado alguien actuó para destruirle. Es una historia macabra, pero real. En todas partes hay personas que prefieren destruir a construir. Alguna vez uno se para preguntándose por qué estas personas, tan amantes de la destrucción, no se destruyen a sí mismas. Pero eso sería un acto de suprema valentía y libertad, cualidades de las que carecen.  Cuando alguien asesina a alguien lleva consigo una losa que le acompañará hasta que le pongan encima suyo la propia de su tumba. Elimina, de un zarpazo, la posibilidad. Peor, la posibilidad ajena. La posibilidad de desarrollarse, de reírse, de enamorarse, de construir una familia, de viajar, de conocer, de madurar. Elimina la posibilidad de la vida. La peor de las pérdidas.

A de Las Arenas

Y entre aquellas situaciones idílicas, en las que el trabajo esta encauzado y empieza a ofrecer frutos, como en el caso de esas bodegas dels Alforins, y estas otras situaciones desgraciadas y negras, como el asesinato de Agulló, quedan ejemplos a medio construir. A mi mente vienen muchos, como la situación del barrio del cabañal. Un barrio de pescadores que se debate entre el pasotismo del ayuntamiento y sus ganas de destruir, y la fuerza y el combate de algunos de sus vecinos y sus ganas por sobrevivir. Mi relación con el cabañal es pequeña. La más auténtica quizá haya sido con el Balneario de las Arenas, un complejo de ocio construido en esa época dorada del modernismo. De niño, mi abuela solía llevarme a su piscina. Era una de las atracciones del verano. En mi adolescencia, visitaba también esa misma piscina con mi novia. El azul transparente del agua, el sonido de las olas, el calor del verano, y su piel levemente tapada por su biquini, conjuntaban perfectamente con la arquitectura de esa piscina. Calor en todo su esplendor. La administración valenciana decidió vender el terreno y destruir ese lugar que había abandonado para construir un hotel de lujo. Un hotel privado que podría estar en cualquier lugar. En otros sitios no ha sucedido así, como en el caso del De La Warr Pavilion en Bexhill (Inglaterra). Un mismo origen (Balneario público de verano con arquitectura Modernista), para un distinto final (derribo y construcción de un hotel en Valencia, en contra de la adaptación como espacio cultural para la comunidad en Bexhill). En los dos casos se ofrecen nuevos puestos de trabajo. Habría que preguntarse en cuál de ellos se ofrecen más, y cuáles son las ganancias físicas e intangibles de cada caso.

A de Ciencia

Todo esto no es ni más ni menos que una situación cultural y social. Quizá sea una situación generalizada en muchas sociedades, no necesariamente la Valenciana. Aunque probablemente sí que sea particular en sus matices. Pero, lo que sin lugar a dudas es cierto es que la ciencia es permeable a ella. Porque la Ciencia es permeable a la vida. Me viene como ejemplo el caso del Instituto de Investigación Príncipe Felipe. Un centro de investigación construido con fondos públicos, que ha sufrido en el pasado la incoherencia de la gestión política, y en el momento de sacar la cabeza, a través del esfuerzo de investigadores y gestores, el pastel podría quedar en manos privadas. ¿Cómo una sociedad va a defender el emprendimiento, la innovación y la investigación, sino se es capaz de condenar un asesinato, hecho de la máxima destrucción, de forma completa para perseguir, sin contemplaciones, la existencia del fascismo? ¿Cómo se puede afianzar en una cultura el valor del esfuerzo y la creatividad, si no se apoya la paralización de la destrucción de nuestro patrimonio?  ¿Cómo se va a poder desarrollar la Ciencia, el Arte, la Tecnología y las Humanidades valencianas si no entran dentro de los objetivos políticos generales? ¿Cómo vamos a poder desarrollarnos como sociedad si no nos apoyamos y creemos en nosotros mismos? Hay ejemplos para todos los gustos, desde los que prefieren sumar, a los que prefieren restar. No hay opción ni pregunta final. Hay que sumar.