Ilustración de Wendy Wlee

…ser que estar. No es lo mismo estar que quedarse, qué va. Tampoco quedarse es igual que parar, no es lo mismo… Cuando escuché esta pegadiza canción y se me quedó enganchada con velcro al cerebro sabía que alguna vez me serviría para algo. Así que hoy la he despegado (me ha costado una barbaridad) y la voy a usar para hablar de un hecho que no se si ha pasado desapercibido entre todas las malas noticias que envuelven desde hace tiempo al Centro de Investigación Príncipe Felipe. Y es que vuelve a cambiar de director, esta vez directora.

Sí, quizá venga a ser solo una mota más en una estantería llena de polvo, quizá tengamos ya las espaldas curtidas de tanto despido, recorte, proyecto fallido, cambio de rumbo o suspensión de línea de investigación. Me imagino que para un trabajador del CIPF que le digan a la hora de comer, “eh, que nos cambian de nuevo a la jefa”, seguramente ni le cortará la digestión. ¿O me equivoco? Quizá eso suponga ponerse de nuevo a temblar ante la incertidumbre de cuáles serán las nuevas pautas a seguir, las nuevas exigencias, el nuevo rumbo.

Porque sabemos que hay cosas que no son lo mismo. No es lo mismo tener un equipo de investigación que quedarte sin medios y apañártelas solo, o casi. Tener que justificar continuamente tu trabajo, que saber que está valorado. Preocuparte por qué materiales hay que adquirir a qué proveedor, que por si cobrarás a final de mes. Tener claro para quién trabajas y con qué fines, que estar sometido a los tumbos de una institución que no acaba de centrarse. ¿Da igual todo? Claro que no, ni en el trabajo ni en la vida. No es lo mismo tender a subir que subir a tender. Ni hacer el amor que amar el hacer. Sacar la declaración de la renta que sacar renta de tu declaración. Ni es lo mismo ir a ver “Lo imposible” virgen de spoilers que hacerlo cuando todo quisqui te ha contado el final. Lo siento, pero no.

Y ya sé que la ciencia no es especial y no se iba a librar de esta maldita cosa que empieza por cris pero que no tiene nombre de mujer. Que conste que me da la misma rabia que los profesionales de la sanidad tengan que estar levantando pancartas en la calle para defender sus derechos en vez de estar haciendo sus análisis y sus cosas. Y que me revuelve el estómago que una obra de teatro, y toda la gente que ha puesto ilusión y pasión en ella, se vea en el aire porque tal o cual sala está pendiente de un hilo y no saben si aguantarla un mes más o tirar el escenario y plantar un Zara, que sale más a cuenta.

Pero este blog va de ciencia, y por eso me pregunto si se investiga igual cuando estamos en crisis. Si eso no genera estrés y frustración. Si el saber que los gobiernos no apuestan por tu trabajo no hace que te entren ganas de dejarlo todo e irte al caribe a montar un chiringuito de camisetas. ¿O no? Porque ya sabéis que tras este tipo de lluvias catastróficas siempre salen optimistas redomados como simpáticos boletus, ahí, acechando. Venden un montón de libros, se hacen tatuajes y van por las televisiones diciendo que la crisis agudiza el ingenio. Que estar muy bien pagado y muy poco evaluado puede hacer que te hagas cómodo y que solo investigues las pelusas de tu ombligo.

Y hacen bien, no todo van a ser mensajes negativos, nos volveríamos locos. Así que yo, que pienso y pienso, en la parada del bus (¿cojo el 2 o el 80?), ante las ensaladas de Mercadona (¿rúcula o gourmet?), recogiendo juguetes por casa (¿Woody se echaba novia en Toy Store 2 o 3?), me hago un lío, y no se qué creer. ¿Cambia la forma de investigar cuando no hay dinero? ¿Cambia cuando todo alrededor está convulso? ¿Consiguen estas situaciones sacar lo mejor o lo peor de la investigación? Hay quién dirá que la ciencia es vocacional y que un buen científico investiga aunque no le paguen. Otro le dirá a ese que confiese quién le paga el alquiler. Por eso, ¿es lo mismo “la crisis en ciencia” que “la ciencia en crisis”?