Siempre que escucho las palabras «fuga de cerebros«, me imagino un barco lleno de cerebros pequeños, grises y con bufanda marrón subiendo cabizbajos a un viejo barco de principios de siglo XX cuyo destino se encuentra a más de una semana de viaje. Son cerebros densos y llenos de conocimiento que necesitan huir para poder desarrollarse y crecer cómodamente. No encuentran otra salida.

Esta representación tan gráfica y literal no coincide en absoluto con la realidad. No debemos pensar que cada cerebro es independiente de los demás. Lo que realmente ocurre es que el cerebro de un país poco a poco se va haciendo más pequeño, va perdiendo conocimiento y capacidades técnicas. Cada pequeño cerebro se lleva un trocito del cerebro colectivo y ese es el auténtico drama.

En España esta fuga no es nueva, ha ocurrido constantemente desde hace muchos años. Todos aquellos que nos movemos en el ámbito científico conocemos a más de una persona que después de acabar la tesis se ha marchado al extranjero, ya sea a San Diego o a Munich, a continuar con su carrera científica. Pero últimamente, las personas que emigran a nuestro alrededor son más. Y cada vez más. Lo que antes era una herida que sangraba de vez en cuando, ahora parece una hemorragia, una hemorragia de conocimiento.

Y lo peor es que los que mandan  lo justifican y lo prefieren, demostrando, o bien su ignorancia del funcionamento de la ciencia y la innovación, o bien su ignorancia de las posibles consecuencias de este fenómeno. Esperemos que la presión de los investigadores de toda Europa y de algunos premios Nobel para que no haya recortes en los presupuestos de I+D a nivel europeo consiga parar esta hemorragia. Y tú, ¿Por qué crees que recortan más en investigación que en otros sectores? ¿A quién benefician estos recortes? ¿Crees que estos investigadores volverán algún día? ¿Cómo perjudica esta falta de inversión al conjunto de la sociedad?