Me he levantado con mal pie. Hoy, san Dionís, día de la Comunidad Valenciana, ese día de la Mocadorá, de comer dulces en pareja, … pues ni pareja, ni dulces, ni Cristo que lo fundó, sino más bien dolor. Era un buen plan. Salir a correr, y después desayuno al sol. Me enfundo mis zapatillas antiguas, regalo de mi ex, y, antes de completar el primer kilometro, sin haber sudado, ZASSSS ¡!. Mala pisada, punzada grave y tobillo torcido. ¿Pero esto qué es?, ¿No se trataba del día de los enamorados, un día dulce?. ¿O es que este Dionís se ha emborrachado de vino y lo que era amor, se ha vuelto rencor?. Para más pena, me doy cuenta de que había pisado una mierda. Atención para los supersticiosos: ¡¡no trae buena suerte¡¡. No debí enfundarme esas zapatillas el día de los enamorados. En fin, al final, galleta con antiinflamatorio en el sofá. Todo real, demasiado real. ¿Y qué hacer el día de san Dionís sin novia y con un flamante y nuevo esguince?, pues nada mejor que presentar esta nueva sección del blog de piratas: Los nuevos posts en jueves. Una sección en la que iremos comentando noticias de actualidad, pero con la misma visión o estilo tan personal de nuestros anteriores posts, que ahora quedan reubicados en martes.

Red Bull Stratos: la caída desde las puertas del cielo. 17:00 horas. Antes del salto.

Durante la aburrida mañana de mala pata y más mala hostia, he escuchado que hay un pirado austriaco por ahí, de nombre Félix Baumgartner que esta tarde va a saltar desde una cápsula situada a 36 Km de altura. No creo que le importe mucho que le llamemos “el pirado austríaco”. Este hombre va a dar un salto que podríamos decir que deja el tradicional salto base como juegos de niña con falda rosa. Un salto que triplica la altura de los vuelos de los aviones comerciales típicos, unos 12.000 m. Su altura es tal que se supone que la velocidad que va a alcanzar superará la velocidad del sonido. Eso de superar ciertas velocidades me ha parecido siempre muy motivador. El pirado austríaco, en su vuelo, si se pusiera a hablar, llegaría antes que sus palabras. Podríamos estar bajo de él y ver cómo pasa un atronante meteorito a nuestro lado, mientras que un poco más tarde nos llegarían sus palabras: “cuidado que pasooooooo!!!”. Esto me recuerda a uno de esos estupendos capítulos del Cosmos de Carl Sagan. Aquel en el que nos explicaban la teoría de la relatividad. En ese que presentaban al adolescente Einstein pensando sobre la velocidad de la luz en sus paseos por las montañas de la Toscana Italiana. Si fuésemos más rápidos que la luz, ¿llegaríamos a los sitios antes que nuestra propia imagen?. ¿Llegaríamos antes nosotros, sin saber qué es exactamente lo que llegaría, luego llegaría nuestra imagen, y finalmente nuestras palabras?. Bienvenidos a la auténtica deconstrucción, que diría Derrida. Pero, como Einstein acabó por aclarar, todo esto es falso, porque esta deconstrucción está basada en el principio de relatividad de Galileo, el cual no es correcto para velocidades muy altas, cercanas a la de la luz. La velocidad de la luz es la máxima velocidad que cualquier ente físico puede alcanzar, incluyendo a los neutrinos. Y me pregunto, ¿en qué pensará el pirado austriaco durante su salto?.

Independientemente de lo que piense durante su salto, que es coto reservado para sus más íntimos adentros, me parece que este tipo de locos son muy necesarios. ¿Habríamos disfrutado del avión sin la locura previa del los hermanos Wright?, ¿es locura, o sana disposición para avanzar y conocer?. En el futuro, ¿este tipo de saltos se podrían realizar desde esos futurísticos ascensores espaciales construidos por nanotubos de carbono?.

Queda una hora para el salto, y no sé qué es lo que me voy a encontrar, si una campaña excepcional de marketing, o una hazaña memorable. Prometo no cambiar ni una sola palabra de esta primera parte. Aquí abajo las palabras no van más despacio que nosotros.

Red Bull Stratos: la caída desde las puertas del cielo. 19:30 horas. Misión abortada.

Media tarde, y por fin abren la retransmisión en directo de este mediático salto. Lo primero que sale me suena a chicle. Una dramatización con forma de video-producción simulando lo que vamos a ver, pero es tan larga que pienso que nos han tomado el pelo a todos. La dramatización acaba por fin y se abre un plató con tres personas.

Vaya por Dios, con uno de ellos estuve tomando vino en Benasque. Sé que es físico, y se dedica a la divulgación. No tarda en empezar a explicar conceptos como la velocidad límite. Aunque no nos aclaran muchos conceptos técnicos. ¿Cuántos paracaídas lleva?, ¿cuándo se abrirán?, ¿tendrán en cuenta un ángulo de entrada en la atmósfera?, parece ser que si se consiguiese superar la barrera del sonido entraría en una especie situación inestable, y el traje de Félix lleva toda una tecnología pensada para cubrir cada uno de esos pequeños imprevistos. A la derecha del presentador aparece un tío cachas con un deje extraño de voz. Imagino que será uno de esos saltadores. Le miro entrecerrando los ojos. Me suena a ese típico tío que se lleva la chica que has intentado ligarte durante toda la noche. En resumidas cuentas, podríamos decir que, aunque la cadena sea Teledeporte, esto se puede clasificar como un evento de aventura extrema, pero con ciertas dosis de divulgación.

Mientras las imágenes de la pista de aterrizaje van saliendo en la pantalla, empiezan a volar otro tipo de imágenes por mi cabeza. Todo esto me recuerda a esa película americana, “Elegidos para la gloria”: superar la barrera del sonido, un desierto en Nuevo México, aventureros sin demasiado miedo, … . Seguidamente me aparecen las imágenes de esos primeros vuelos transoceánicos, como el de Charles Lindbergh entre Nueva York y Paris en 1927. Pero, en todo momento tengo las dudas de no saber si lo que estoy viendo es algo memorable, o un producto enlatado de consumo de masas. ¿Podrían ser las dos cosas a la vez?.

El físico divulgador y el tío cachas no paran de hablar de lo importante que es el desarrollo tecnológico en este tipo de aventuras, porque en muchos casos son transferencias hacia el sector industrial. Estoy completamente de acuerdo, y estos pirados, o amantes de la aventura, me caen muy bien. Aunque a veces se lleven la chica que te querías ligar. Pero, entonces, si tenemos clara esa transferencia beneficiosa, ¿por qué no apoyar a la NASA directamente?, ¿por qué no apoyar al CSIC?, ¿por qué no apoyar a las empresas científicas?, ¿es que en la ciencia no hay aventuras?, tonterías. ¿Es que se trata de algo más que la aventura?, seguro, no somos tontos. ¿Tiene que ser una marca de bebida energizante la que lance el desarrollo tecnológico?, si tenemos en cuenta el caso de la Fórmula 1, moto GP, los vuelos acrobáticos, y otras tantas actividades fuera del motor, parece ser que la respuesta debería ser “Si”, ¿no?.

Bajo un cielo azul radiante, sin grandes vientos, al menos en la superficie, la operación se cancela, precisamente por fuertes vientos. Y mi impresión es no saber si la operación se cancela realmente por cuestiones de seguridad, o por imperativos del marketing. Quizá hoy en día todo vaya en un solo paquete. ¿Quién dio ese salto por todos nosotros?.

Imágen: Icarus and Daedalus. Charles Paul Landon. Wikimedia.