…laborables tiene un cierto aire apocalíptico en la Universidad, aunque supongo que será parecido en todos los centros donde la actividad de un elevado número de personas se detiene de una manera drástica.

Campus de Burjassot, Universidad de Valencia, a 31  de Julio de 2014.

Campus de Burjassot, Universitat de València, a 31 de Julio de 2014.

Lo primero que llama la atención conforme se acerca agosto es el cambio en la población habitual del campus. Llega un momento en que los estudiantes desaparecen casi por completo, hacinándose en espacios muy definidos, como la biblioteca o las aulas de examen, o aún más estrechos, como los aledaños de los despachos de los profesores en período de revisión. Donde más se nota el cambio es a la hora de comer, porque pasas de no encontrar sitio para sentarte en la cafetería a, al día siguiente, tenerla entera para ti. Al principio está bien, aunque luego llegas a echarles de menos cuando te das cuenta de que no han regulado el aire acondicionado, que está a la misma potencia ahora, con la cafetería vacía, que cuando aquello parecía la mascletà del día 19.

Los espacios vacíos dejados por las colonias de estudiantes los rellena una población atípica, que presenta una abruptísima curva de crecimiento (es más bien una recta paralela al eje “y”) y que una vez establecida se dedica a agotar todos los recursos a su disposición. El césped, la energía de los monitores, su voz, la paciencia del personal que todavía trata de trabajar estos días, etc… Estos pequeños seres pluricelulares campan a sus anchas por todo el campus, con la seguridad que les proporciona su prevalencia en número y la uniformidad y organización marcial que les hace triunfar en el ecosistema. Los hijos del personal de la Universitat, organizados en comandos especializados por edad y habilidades, le dan un aire bien distinto al campus en sus últimos días antes de las vacaciones.

Sin ser en realidad conscientes, interactúan sobremanera con otro de los grupos que resisten en el paisaje preapocalíptico estival. Los profesores, becarios y técnicos, personal de investigación en general, que trata de terminar en estos últimos días el trabajo pendiente -ver gráfica adjunta- antes de caer en el abismo de las vacaciones, pozo inundado de propósitos de aprovechamiento del tiempo que la experiencia y el autoconocimiento convierten en gases asfixiantes que rebosan por el borde.

phd092809s

«Piled Higher and Deeper» by Jorge Cham
www.phdcomics.com

Es una población poco detectable en comparación con las otras; es casi como si su actividad fuera clandestina… permanecen en despachos o laboratorios aislados, cual discretos centros de actividad rodeados de otros espacios silenciosos, cerrados, de aquellos que han conseguido finalizar el trabajo antes o que simplemente no se preocupan por rematarlo. La mejor forma de observarlos es acudir a los servicios centrales de soporte a la investigación… denotan su presencia al copar el calendario de reservas de los equipos. Allí acuden, apresurados y huidizos, recelosos del resto de habitantes del campus, en busca de la foto definitiva, el espectro que confirme la hipótesis que proponen en sus artículos. Si te los cruzas no temas, no muerden, pese a que parezcan zombis. Aunque son seres de costumbres, en estos últimos días del curso varían ligeramente su rutina. Suelen dedicar un día a la limpieza exhaustiva del laboratorio. Es un ritual casi litúrgico. Muchos se ponen la bata y los guantes (no lo hicieron en su momento para manejar sosa muchimolar), y con el estropajo tiñoso de fregar el vidrio y el jabón diluido con agua para apurar más friegan, “limpian” y reorganizan bancadas, vitrinas, armarios, etc. Descubren en el proceso rincones inhóspitos, ocultos casi siempre tras los equipos, que esconden secretos como marcadores de vidrio que funcionan, entre otras maravillas de la ciencia. Satisfechos por el trabajo bien hecho, con el laboratorio impoluto, lo cierran hasta septiembre, para que coja algo de polvo antes de volver a usarlo.

Pero si hay algo que refleja el cese de la actividad académica de manera definitiva, dramática incluso, es ver como el personal de limpieza, otro de los grupúsculos persistentes en el medio de cultivo del campus, se dedica a borrar con ahínco las pizarras de los seminarios, laboratorios y despachos… meses de discusiones científicas, listas de material, avisos, y dibujitos chorras fruto del desficio desaparecen, dejando sitio para ideas, explicaciones, notas recordatorias y dibujitos futuros… en resumen, para que el conocimiento pueda volver a abrirse paso, inundándolo todo. Feliz verano.

Agradecimientos:
Siempre a Clara, por las ideas y las correcciones.