Croll y Stop cazado, © Susana

Hace ya casi un año, nos metíamos bajo tierra en una primera aproximación al séptimo continente, que para más de uno incluso puede significar otro universo. La espeleología es considerada ciencia y deporte a la vez. Es un deporte porque se necesita una cierta preparación física, que depende del tipo de cavidad que queramos explorar. En cuanto a aptitudes, si la cavidad no es muy exigente, basta con tener una forma física normal. Es mucho más importante la técnica, que conforme la mejoremos nos dará un salto de calidad para no depender tanto de la fuerza física. Esto implica el correcto manejo de los aparatos y más importante aún, el perfeccionamiento en la realización de las maniobras. No hay que hacer las cosas rápidas, hay que hacerlas bien. Se forma parte de un equipo en el que todos trabajan para todos, y se va al ritmo del más débil. Algo que no tiene nada que ver, con lo que se hace en los deportes de equipo que todos conocemos de forma tradicional. Y es un deporte de lo más completo, ya que pocos músculos se quedan sin usar.

Pero si hay un músculo que requiere una importancia vital es la materia gris, cuando empiezas en esto todos te dicen lo mismo: «lo más importante es el coco, como te falle la cabeza…». Como te falle la cabeza en un entorno tan hostil y peligroso, puedes ser presa del pánico; o si no mantienes la concentración, te puedes equivocar en una maniobra o no usar de forma adecuada los aparatos, con el riesgo que conlleva. La realidad también se te puede distorsionar: un agujero con un diámetro suficiente para pasar, se puede reducir al diámetro de un vaso, y evidentemente no pasas.

Pero antes que deporte, la espeleología nació como ciencia. A grandes rasgos, se encarga del estudio de las cavidades subterráneas. Su padre es Édouard Alfred Martel que inició las primeras exploraciones científicas a finales del siglo XIX. Le ocurre lo mismo que al medio donde se desarrolla, en el sentido de que es una de las ciencias más desconocidas y minoritarias que existen, aunque sirve a muchas otras, y por supuesto es hija de la geología. Tomando a ésta como madre, es muy usual el interés por los recursos geológicos, la tectónica de placas, la vulcanología e incluso la paleontología. Y la espeleología muchas veces queda reducida a su práctica para poder hacer investigaciones de campo en otras ciencias. No son pocos los arqueólogos, paleontólogos o biólogos, que han hecho cursos para aprender a moverse por el subsuelo.

Pero el espeleólogo vocacional se puede encontrar con el inconveniente de no verse capaz de practicarla. Hace dos veranos, estuve en el Karst en Yesos de Sorbas, uno de los más importantes del mundo, para explorar la Cueva del Tesoro. Hay una sala donde se encuentra el cristal de yeso más grande del mundo por ahora descubierto, y un aparatejo que toma datos de presión, humedad, temperatura… El espeleólogo guía nos comentaba que hay investigadores que sí que bajan ahí con él, pero otros no se ven capaces, y se tienen que contentar con estudiar los datos, sin poder explorar la sala in situ. Una verdadera pena…

La espeleología, siendo tan minoritaria y desconocida, puede aportar muchas cosas: nuevos minerales y por lo tanto nuevos materiales, estudio de acuíferos y recursos hídricos, y es muy importante en los estudios evolutivos. Ahí abajo y hoy en día, se encuentran ejemplares de insectos y bacterias que ya existían hace millones de años, y que apenas han variado. Mucho mejor que trabajar con fósiles.

Nació como ciencia de la mano de E. Martel, se transformó también en deporte en el último cuarto del siglo XX, pero desde el origen de la humanidad ya nació como una gran aventura hacia ese viaje a lo desconocido. ¿Y vosotros? Arqueólogos, paleontólogos, biólogos, geólogos, cristalógrafos, zoólogos, deportistas, curiosos de este mundo… ¿No queréis iniciar el viaje algún día?

Vídeo presentación, por el Espeleo Club de Almería