Hace un tiempo me enteré de la noticia de como un mono controlaba con la mente un brazo artificial con tal de acercarse un trozo de comida a la boca. Este resultado se publicó en Nature en el año 2011, y admito que me quedé sorprendido de las posibles aplicaciones de esta investigación. Para mi, un ingeniero electrónico, ver como la posibilidad de controlar cosas mediante conexiones neuronales se hacía realidad, me parecía muy interesante, y más si tienes cierta devoción por el género de la ciencia ficción, aunque lo más interesante es su indudable valor dentro de la medicina como aplicación para ayudar a recuperar la movilidad de los discapacitados. Tal como se puede leer en la publicación, los procedimientos con animales siguieron la guía de trabajo con animales del consejo de investigación nacional. Parte del trabajo consistía en la implantación de electrodos en el cerebro para monitorizar las ondas de forma adecuada. Por otro lado, no hace mucho tiempo, fue también noticia una enferma italiana, Caterina Simonsen, acosada por haber publicado una imagen defendiendo la investigación con animales.

Estos supuestos defensores de los animales, los que atacaron de forma injustificada a Caterina, hicieron de esta defensa una justificación para agredir a una persona, haciéndolo con una visión fanática y extrema. La reflexión me aborda cuando pienso qué hubiesen hecho estas personas si se hubiesen dado cuenta de que los dos monos rhesus del experimento de BMI ‘Brain Machine Interface’ fueron operados para implantarles electrodos. No lo sabemos, supongo que la noticia no causó el impacto social suficiente para llegar a este sector de la población, posiblemente porque este caso de los dos monos es un ejemplo de los miles de casos de experimentación con animales que se hacen en todo el mundo.

La investigación con animales abre un debate que aun permanece vivo en la sociedad. He de decir que soy de los que piensa que no se ha de usar esta vía solo por motivos comerciales y banales, como pueden ser los fines cosméticos, aunque a día de hoy reconozco que este tipo de ensayos son necesarios en situaciones determinadas. Por esto veo de forma positiva el experimento de los monos, por su importancia como avance y por ejecutarse dentro de un marco institucionalizado. Puedo decir que me considero a favor de la experimentación con animales siempre que se realice con finalidad de obtener avances, que no existan métodos alternativos y que se realice bajo un marco de legalidad. Llegando a este punto, soy de la opinión del filósofo italiano Felice Cimatti que escribió en el Corriere della Sera en mención del caso de Caterina, para ser coherentes con el uso de los animales para avanzar en el sentido de mejorar nuestra relación con ellos. Con esto, y citando a Felice, “No hace falta preocuparse por los pollos de granja si no sientes empatía por las personas que viven conectados a una máquina”, y, con todo, no hemos de olvidar que nosotros también somos animales.

Finalmente, me pregunto ¿dónde estaríamos sin los avances conseguidos gracias a la investigación con animales?


Raül Garcia
Ingeniero electrónico

(Traducción por Guillermo Muñoz Matutano. Corrección y editado por Eva Alloza Anguiano)