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Hace un tiempo, no muy lejano, desarrollé una etapa oscura en mis posts. Fue corta. Decidí hablar de cosas no del todo agradables. Abordar, dentro de mis posibilidades, temas algo más escabrosos. Incluso, aparentemente, dejarme llevar por la desesperanza. Usé imágenes en blanco y negro. Pero me faltó un post. El que cierra mi etapa oscura.

A veces siento envidia de no poder vivir ciertos contextos históricos. Por muy aproximada que sea la investigación histórica nunca podremos experienciar, por ejemplo, la energía del renacimiento florentino, que compartió escenario con la aventura del descubrimiento de América, con el poderío de la fuerza naval lusa, o con el esplendor del imperio Otomano. Son épocas de efervescencia social y cultural, grandes cambios e inmenso dinamismo. Lo más probable es que ese sueño de la mirada histórica tenga poco o muy poco que ver con la vivencia real en la época. Para bien o para mal, una vivencia mucho más compleja y rica de lo que podamos imaginar.

Por el contrario, a veces también siento alivio de no haber nacido en alguna de esas épocas donde todo parecía parado, quieto, sometido, sombrío. Esas épocas que tildamos como oscuras. En nuestro imaginario colectivo una de ellas aparece bajo el nombre de Edad Media. Los eruditos de la historia seguro que nos pueden contradecir aquí con mil y un ejemplos de cosas luminosas que sucedieron a lo largo de esa larga época, porque, igual que sucede con esos otros períodos dorados, aunque justo al revés, lo aparentemente negro seguro que esconde otras tantas sutilidades lumínicas.

Pero yo quería hablar de otra cosa, de nuestro imaginario colectivo. De esa idea de retroceso generalizado que todos hemos masticado en las escuelas sobre lo que significó la Edad Media. Es más, quiero hablar de esas frases coloquiales que usamos al ver ciertos espectáculos, reacciones o comportamientos,  del tipo “están en la Edad Media”. A título personal: no creo en la linealidad de la historia. Los avances, si es que existen, porque también dudo sobre la existencia del progreso, no permanecen socialmente fijados o anclados porque sí. Las conquistas históricas hay que mantenerlas, no solo descubrirlas. Quiero decir, lo que hoy podría ser modernidad, mañana podrá convertirse en antigüedad. Antigüedad anterior a la propia modernidad. Y, lo que es peor, podría quedar camuflada bajo aparente modernidad.

Hoy en día, haciendo referencia a las palabras de Rosa María Calaf entrevistada en el programa de la 2 Torres y Reyes, podríamos vivir en un momento donde la apariencia cobra una gran importancia. En FB aparentemente tenemos amigos. En Twitter aparentemente tenemos contacto directo con políticos o famosos, … Disponemos incluso de unas cervezas dibujadas para brindar aparentemente por wassap. Esas apariencias, la verdad, no me resultan nada preocupantes. Sin embargo, hay otro tipo de apariencias que quizá no estemos tan concienciados de su existencia. Aparentemente vivimos en un mundo civilizado. Existen derechos aparentes. Derechos sociales, derechos del trabajador, derechos en la salud, … Quizá empecemos a llegar tarde, y aquí viene ese cambio histórico. Esos derechos que empezábamos a contemplar como aparentes, que es casi como etiquetarlos como virtuales o fantasmagóricos, empiezan a desvanecerse completamente. La máscara puede haber caído del todo. Estamos pasando de vivir en una sociedad moderna, basada en el mantenimiento de la sociedad del bienestar, a vivir en una sociedad aparentemente moderna, para finalmente alcanzar ese estadio de la historia que coloquialmente llamamos Edad Media. A toda velocidad, todos juntos de la mano, miramos al futuro para retroceder siglos y siglos de consecución de éxitos y desarrollos sociales. ¿Y por qué tanto pesimismo? Bienvenidos a la Edad Media:

La ciencia y la cultura, como partes sociales, sin llegar a los límites de los horrores anteriores, también quedan salpicadas:

Exacto: bienvenidos a la Edad Media. Edad oscura y pérfida. Donde la gente debe realzar su lado más sombrío para sobrevivir. Épocas duras donde la ilusión es el lujo del que ya ha comido. Épocas donde la enfermedad corre en desgracia de la multitud. Queríamos saber qué se debía sentir en ese momento fulgurante del renacimiento italiano y el esplendor de la corona de Castilla y Aragón, pero estamos conociendo ese período de la Peste Negra que anegó la Europa del siglo  XIV. Negro sobre negro.

He dejado estos puntos suspensivos como recurso narrativo. Después de la negra desesperanza, siguiendo el consejo del gran Bertolt Brecht, he querido dejar una pausa para pensar, digerir y analizar las emociones. Es cierto que es surrealista que, por ejemplo, pidamos la anulación de la doctrina Parot y a la vez no dediquemos más fondos a la rehabilitación de presos mediante políticas activas de inserción social. Es cierto que es una locura que condenemos la violencia contra los animales, y sin embargo aceptemos sin rechistar que haya gente que se suicide por no poder pagar las hipotecas de sus casas. Es cierto que debemos ser sensibles a la desesperanza que reina una época donde las ilusiones son el alimento de los espejismos, más que la fuerza vital para hacer sonreir a la gente. Todo esto es cierto. Pero la realidad es siempre muy compleja.

La etapa posterior a la Edad Media fue el Renacimiento. Eso quiere decir que esta última etapa de esplendor comercial y cultural, donde el riesgo se alimentaba con el cambio y el movimiento refulgente, se gestó, precisamente, en la anterior y sombría Edad Media. Quiero decir: el nacimiento del Renacimiento es obra de la oscura Edad Media. Es pues, por tanto, esta nuestra nueva etapa oscura un momento de oportunidad para crear nuevas alternativas. Para construir una nueva época.  La gente, aunque afectada por toda la desesperanza de una época castrada, cualquiera que sea su origen social y su educación, tiene capacidad de reacción. Ejemplos no faltan. Bienvenidos a la esperanza:

  • Y muchas, muchas, muchas más …

No nos engañemos. No vivimos en la Edad Media. Ni tampoco en el Renacimiento. Nuestra época, comparte elementos con algunos periodos históricos, pero el conjunto de todas las características de nuestro momento es el que la hace definirse como propia. Es pues, esta, la época en la que vivimos, una época negra que puede cambiar hacia azul. Lo más prudente es pensar que nuestro poder de transformación sea limitado, pero no por ello es menos importante. Las personas que nos dedicamos profesionalmente a la ciencia, como cualquier otro colectivo, tenemos la posibilidad de actuar creativamente sobre este escenario. No son pocos los que pregonan que la investigación tiene un papel destacado en la transformación social. Actuemos pues. Tenemos la responsabilidad social de poder transformar dentro de nuestras posibilidades un momento de desesperanza en un proyecto de ilusión. Con las dificultades que arrecian, pedirlo es casi como pedir un truco de magia. Pero entendiendo la magia como la ilusión auténtica que genera sonrisas en la gente, alejándonos de apariencias y sofisticados espejismos. Le doy la vuelta a mi cartel negro de desesperanza, por otro del color del mar: se buscan magos.

 

Música:

  • The funeral”, Everything all the time. Band of horses.  

           Nota: A partir de este post, recomendaré canciones para la lectura del mismo. Canciones que he escuchado en el momento de escribir el post.