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Jordi se levanta un día y se encuentra mal. Le cuesta un poco respirar y no acaba de despertarse del todo. Decide ir a urgencias aunque nunca le han gustado esos largos pasillos y ver a tanta gente angustiada. Le recibe una joven doctora que amablemente le explica que le tienen que hacer un análisis genético para ofrecerle el mejor medicamento posible para su dolencia. Habla muy rápido y utiliza palabras técnicas que siempre suenan lejanas como genoma, farmacogenómica y secuenciación. Por supuesto, acepta y firma el papel que la joven le ofrece. A las tres semanas vuelve a la consulta y le explican que el diagnóstico es claro, se confirma que heredó de sus padres una enfermedad respiratoria que no le va a abandonar nunca. Pero eso no es todo, también le informan que muy probablemente tendrá cáncer en pocos años y que tiene que empezar a cuidarse y a hacerse pruebas cada seis meses. «Adiós a la visita diaria a la oficina», Susurra pensando en el nuevo local que han abierto en su barrio en el que se puede beber y fumar en un ambiente más que agradable.

Parece una historia de un futuro lejano, pero no lo es. La tecnologías de secuenciación de ADN están evolucionando tan rápidamente que en los países más avanzados ya están debatiendo sobre las leyes que regularán los análisis genéticos. Uno de los posibles casos podría ser el que se describe en esta breve historia. Una persona se encuentra mal, va al médico y éste decide hacerle algunas pruebas entre las que se encuentra un análisis genético. Es tan barato secuenciar y analizar todo el genoma, que los análisis ya no son selectivos, son completos. Después del análisis, encuentran que el paciente también posee una mutación que está asociada a alto riesgo de cáncer. El médico informa a la persona y desde ese momento, la vida del paciente cambia por completo sin esperarlo.

En todo este proceso hay muchas decisiones que tomar y mucho que informar. Informar al paciente de qué tipo de análisis se le va a hacer. O no. Informar al paciente de qué significa que te secuencien el genoma. Que la pérdida de privacidad podría ser catastrófica tanto para el individuo como para sus predecesores y descendientes. Compartir tu información con otras instituciones. O no. Entender y firmar un consentimiento informado de la prueba. O no. Acaso firmas un consentimiento cuándo te sacan sangre para una analítica rutinaria? Tiene sentido hacerlo en este tipo de pruebas? Puede el paciente elegir si quiere conocer las mutaciones que le han encontrado y vivir tranquilamente en la más absoluta ignorancia? Acaso el médico debe/puede callarse ante esa situación? O debe hacer todo lo posible por alargar la vida de la persona? El debate está ahí. Se debe discutir mucho y tendido, consultar a expertos y a asociaciones de pacientes y organizaciones sociales y empresariales. No estamos hablando de un análisis rutinario, estamos hablando de que en alguna base de datos accesible desde un ordenador, se encuentra tu secuencia de ADN, esa secuencia que no puedes cambiar y que siempre te definirá biológicamente. Y también se debe educar e informar bien a los pacientes. Queda un duro trabajo por delante y esperemos que sobre todo permanezca el interés general. O no.

Imagen: Shaury