Imagen: Píxel rojo sobre fondo beige.

¿No os habéis levantado alguna vez con una duda entre los dientes que no termina por resolverse? Casi siempre acabas por saltar de la cama, coger la enciclopedia y saciar tu inquietud. Si fueseis cautivos de esta situación, y fuera el nanoarte lo que intentaseis comprender, la enciclopedia no resolvería nada. Nanoarte es una de esas palabras carentes de definición exacta. Estas palabras tienen virtudes y sombras. Me parece muy interesante que sus significados permanezcan en construcción. Sus vínculos semánticos son dinámicos, fomentan el juego. Pueden abrir nuevos espacios y generar relaciones entre elementos que nunca pensaríamos que se pudiesen juntar. Normalmente estas palabras son pequeñas. No por tamaño, sino por edad.  Pero muchas veces pueden llegar a ser palabras de poco recorrido, porque algunas se han construido sin un contexto que les apoyase. Pueden adolecer de muerte prematura. Nanoarte, desde luego, es una de estas palabras jóvenes sin una definición clara.

En Piratas nos hemos acercado al nanoarte desde ya hace algún tiempo. Entre los años 2006 y 2007 estuvimos moderando en la red Yasmin una discusión sobre la relación entre arte y nanotecnología. Eso nos permitió conocer ejemplos nacionales e internacionales de lo que podría ser nanoarte. Preparamos un curso de una semana dedicado a la nanotecnología, con especial mención a su relación con el arte. Por otra parte, colaboramos en un número de la revista Mètode donde añadimos algunos de los ejemplos que se podían catalogar como nanoarte. También fuimos jurado en un concurso on-line. En fin, si digo esto es solo para ilustrar que hemos tenido un contacto intermitente con lo que se viene llamando nanoarte. Y sin embargo, aun cuando estoy escribiendo estas palabras no sabría decir claramente si este tipo de arte existe, o es una fábula.

Supongo que esta duda, como he dicho antes, podría estar relacionada con esas propiedades de las palabras que aparecen antes que su definición. O al menos de todas las que no han olvidado definitivamente su conciencia metafórica. Quizá sería más interesante preguntarse: la metáfora que contiene ¿es una metáfora con potencia, o simplemente una etiqueta? No lo sé, pero creo que resolver esta pregunta implica acción, más allá de levantarse de una cama, abrir la enciclopedia y buscar una palabra que empiece por «n».

Pero, asomarse a un intento de definición me suena pretencioso. Y más allá de lo pretencioso, aburrido. ¿Por qué rodear con un lazo de palabras cerradas a una palabra que, precisamente, posee cualidades creativas? Por eso mismo, más que buscar una definición he querido recopilar unas pocas cualidades que creo que dan cierta personalidad al nanoarte. No creo que sean las únicas, son solo las que se me han ocurrido. De hecho, invito a que cualquier persona que quiera completarlas deje aquí mismo sus comentarios. Me dejo de rollos, ¡juguemos pues!

1)      El nanoarte pretende hacer visible lo invisible. Empiezo por la característica más general. Aquí invisible no haría referencia únicamente a lo que no es visible por el ojo humano. Hace más bien referencia a lo “no detectable”, por usar jerga científica. A eso «oculto», pero que el arte evoca y nos transporta. Efectivamente, esto es, si no el objetivo más importante del arte en general, uno de los más importantes. Sin embargo, en el nanoarte adquiere especial relevancia. Hay muchos ejemplos, como algunos trabajos de Victoria Vesna, o el muy citado Nanoscape de Laurent Mignonneau y Christa Sommerer, donde ese objetivo artístico general de hacer visible lo invisible se vuelve más explicito. El nanomundo es un mundo en construcción, manipulable y posicionable, pero solo gracias a la ayuda de tecnologías que pueden reproducir, o interpretar, un mundo que no es accesible por nuestros sentidos. En nanotecnología, esta característica no es baladí, y muchos de los ejemplos del arte que mira ahí abajo, al fondo del nanomundo, también lo resaltan de forma especial.

2)      El nanoarte es arte de nuevas tecnologías, pero usa frecuentemente tecnologías de la propia ciencia. Normalmente, la propia tecnología ayuda a generar experiencias de representación más potentes, ayuda a tener multitud de recursos para lograr eso de hacer visible lo invisible. Las tecnologías que se usan normalmente en el arte de los nuevos medios son bastante distintas a las tecnologías que se usan en ciencia, y, en concreto, en nanotecnología. Sin embargo, en nanoarte es muy frecuente ver artistas que han trabajado directamente con microscopios electrónicos, con microscopias de efecto túnel, o de fuerza atómica, y un largo etcétera. Pero, por otro lado también habría que decir que hacer arte usando estas tecnologías no debería implicar directamente que sea nanoarte. Hay ejemplos de construcción de esculturas de tamaño nanométrico usando tecnologías de nanofabricación y visualizadas por microscopios electrónicos. Pero, ¿eso no será hacer escultura tradicional, pero con nuevas tecnologías? También hay artistas que, aunque no usan una tecnología científica directamente, su trabajo si que la referencia. Por ejemplo, nuestro propio pirata Hugo Martínez Tormo ha diseñado una serie de trabajos que se basan en una interpretación de la tabla periódica. Pero aquí, aunque no haya habido un contacto explícito con una tecnología de uso científico, la tabla periódica evoca todos esos datos científicos que contiene, y que todas las tecnologías de caracterización espectroscópica produjeron en su tiempo.

 3)      En el nanoarte la colaboración artista/científico es muy intensa. De la misma forma que eso de hacer visible lo invisible está muy relacionado con usar tecnologías científicas de caracterización en la nanoescala, el uso de las tecnologías científicas está muy relacionado con la colaboración interdisciplinar. En nanoarte es frecuente que exista una colaboración estrecha entre artista y científico. Por varias razones. Para un artista es difícil tener acceso a las tecnologías de la ciencia, por lo que para ello debe generar proyectos de colaboración. En muchos casos también existe un fuerte proceso de asimilación conceptual. Aunque el arte genera interpretaciones abiertas y múltiples, sí que es verdad que el proceso de documentación del artista exige entender conceptos científicos, y en estos casos esa colaboración artista/científico es fundamental. Esto es así tanto que algunos de los equipos que producen nanoarte están compuestos por parejas de científicos y artistas, o directamente el propio artista tiene formación tanto artística como científica.

 4)      Y finalmente la última de las características. El nanoarte, por sus propias características, genera experiencias de colaboración arte y ciencia de forma directa. La palabra nanoarte podría compartir una cualidad especial con la propia palabra nanotecnología. Muchos de los que trabajamos en nanotecnología alguna vez nos hemos cuestionado precisamente su propia existencia. O al menos, su independencia. Hay algunos que pensamos que podríamos estar haciendo el mismo tipo de investigación en nanotecnología desde el paraguas de otras palabras, como por ejemplo química física, física aplicada, física de superficies, biología molecular, magnetismo molecular, ciencia de materiales, … De hecho, lo más probable es que existiesen científicos trabajando en nanotecnología mucho antes de que esta palabra apareciese. ¿Es esto motivo para decir que la nanotecnología no existe? Todo lo contrario, de hecho podría existir una gran ventaja. Aunque los campos de actuación de muchas de todas esas disciplinas científicas no se restringen a la escala nano, al decir nanotecnología incluyes, con una sola palabra, todos los campos que sí lo hacen. De esta forma, la palabra nanotecnología adquiere un valor intrínsecamente interdisciplinar. Además, la confluencia de disciplinas que se proyecta sobre la palabra nanotecnología fomenta, precisamente, el trabajo de forma interdisciplinar. Por ejemplo, pedir proyectos dentro del contexto de nanotecnología permite pedir proyectos donde existan equipos de científicos heterogéneos (físicos, químicos, biólogos, ingenieros, …). Pues bien, parece que con la palabra nanoarte podría ocurrir algo parecido. La misma palabra podría fomentar la colaboración entre artistas y científicos. O sea, el nanoarte podría ser una disciplina donde el intercambio ciencia y arte se produzca de forma natural y bidireccional, precisamente por sus propias características y el contexto en el que se produce.

En resumidas cuentas, quizá el nanoarte no sea nada más que una parcela del arte de los nuevos medios, del arte digital. Aunque también podría compartir cualidades con el bioarte, por ejemplo. Incluso si el nanoarte pudiese tener una identidad propia, parece que sus rasgos podrían estar asociados más a los matices que a características rotundas. Quizá definir el nanoarte minuciosamente sea un error, porque al definirlo se hace más pequeño. Pero lo que es cierto es que la palabra se usa. Que la palabra esta ahí para que la usemos, y que dependerá de esos usos si se convierte en una palabra más o menos interesante, o muere prematuramente. Nanoarte, ¿una palabra de largo o de corto recorrido?