Han pasado cinco días desde el cambio de ciclo del calendario maya y todo parece indicar que el fin del mundo, en el sentido milenarista del término, no se ha producido. Quedan cinco días para el fin de año y, ya sabéis, ésta es una época para hacer balances. Uno al que presto una especial atención es la lista de libros de no ficción seleccionados por los críticos de The New York Times. Comenzó siendo una cuestión profesional y se ha convertido en una costumbre esperada: ver que libros llaman mi atención, leer las reseñas en éste y en otros medios, seleccionar los más interesantes, planificar sus compras…

Este año, la cosecha es esta:

Lizzie Collingham. The taste of war: World war II and the battle of food.

Edward O. Wilson. The social conquest of earth.

William Souder. On a farther shore: The life and legacy of Rachel Carson.

Florence Williams. Breasts: A natural and unnatural history.

David Quammen. Spillover: Animal infections and the next human pandemic.

La selección del primer objetivo responde, normalmente, a motivos emocionales. Por tanto, no debería sorprenderos que haya elegido Breasts, de Florence Williams, una historia social, cultural, médica y científica del pecho humano, con un énfasis especial en las tetas. Y, si, en la decisión ha influido la (sana) fijación que siento por las glándulas mamarias de las mujeres pero, también, un libro que leí hace unos once años y alguna muerte reciente y no tan reciente.

El libro era Having Faith, de Sandra Steingraber. Supe de él por una reseña que publicó la revista Science titulada Pregnacy in a polluted world. En aquel momento mi compañera estaba embarazada y me pareció interesante leerlo. Sandra describía el embarazo de su hija Faith tanto desde el punto de vista sentimental como desde el punto de vista científico, centrándose en describir los posibles efectos de las substancias químicas de origen industrial en el desarrollo de su hija.

Con respecto a las muertes, ya hace años que una conocida murió por metástasis de un cáncer de mama. Y, a medida que ha ido pasando el tiempo, ha ido aumentando el número de mujeres masectomizadas en mi entorno. A lo que hay que sumar la muerte reciente de la madre de una amiga de mi hija.

Así que, como véis, tengo razones más que suficientes para justificar mi interés por este libro. La historia del mismo comenzó, por lo que he leído en las reseñas, hace siete años, cuando la autora estaba criando su segundo hijo. Florence leyó una serie de informes sobre la presencia de compuestos químicos de origen industrial en la leche materna y pensó, desde su condición de periodista especializada en temas ambientales, en salud y en ciencia, que era un tema que valía la pena investigar, sobre todo después de recibir los resultados del análisis de su propia leche: en ella se encontraban pequeñas cantidades de plaguicidas, dioxinas, perclorato y retardantes de llama. ¿Qué efectos tienen estos compuestos sobre nuestra salud y sobre  la salud de nuestros hijos? Para responder a esta pregunta, Florence habla de anatomía del pecho, endocrinología de la pubertad, química de la leche humana, interacciones genes-ambiente y etiología del cáncer, entre otros temas. Sugerente, ¿no? Os podré dar mas detalles cuando compre y lea el libro…