Otoño. Toscana. Octubre. Ese mes de los arboles castaños, y las tardes de frescor. De lluvias torrenciales, y de dar la bienvenida al frio. Siempre me he preguntado por qué hay estaciones a las que se les festeja la entrada, y otras su salida. Lo cual, si lo pensamos bien, no deja de ser festejar lo mismo. En Toscana resulta que me he encontrado con una actividad que podría retratarse como una bienvenida al otoño. Una noticia que he leído tarde, pero que me ha refrescado como agua de mayo.

El pasado 7 de octubre se realizó la edición 2012 de la carrera cicloturista l´Eroica. Aunque no sabría decir muy bien que quiere decir “correr” en esta carrera. Podría pensarse que las carreras consisten en llegar el primero. Pero no es así en este caso. Los ciclistas salen incluso con horas de diferencia. ¿Pasar por una meta entonces? No, tampoco. De hecho hay varias metas, porque hay distintas distancias, digamos que para los más atrevidos o para los menos acostumbrados a pedalear. Quizá esta carrera sea contra el tiempo. Pero, no nos equivoquemos. No quiero decir que sea una contrareloj, si no que aquí lo importante es hacer que las manecillas del reloj vayan hacia atrás.

¿Os acordáis de esos maillots del equipo Reynolds?, pues si llevas uno sumas puntos. Sabemos que las bicicletas de hoy en día son muestras de alta tecnología. Que si pedales automáticos, que si cambios incorporados en manetas de freno, que si fibra de carbono, suspensiones delanteras y traseras, … Pues nada, todo eso no suma nada. Hay que cambiarlo por correas en los pies, cambios “no sincronizados” alojados en el cuadro de la bicicleta, manillares con cables de freno a la vista, … Vamos, tal como eran las bicicletas antes del año 87, que parece que fue cuando nació la bicicleta moderna. Y, por favor, el ciclista debe mimetizarse. Los cascos fuera, y añádanse esas gorras con visera frontal. O para preservar la seguridad, pónganse esa chichonera típica multicolor. A ser posible añádanse dos cámaras de repuesto cruzadas en el torso al estilo bandolero. Y dos o tres bidones a los riñones. Todo lo demás: pedalear por la Toscana, al abrir el otoño, sin prisas, y deleitando ese gusto que la tecnología del pasado ofrecía. Y aquí saborear tiene una importancia suprema, porque la gente de los pueblos por los que transcurre la carrera también corren al pasado. Se visten como sus antepasados, y a cada ciclista “Eroico” que pasa le ofrecen los mejores sabores de sus recuerdos: quesos, higos, panes con mermeladas caseras, … Toda una fiesta deportista, cultural y gastronómica, con la simpatía de volver a mirar una tecnología que falleció.

¿Y cómo puede ser que nos volvamos tan felices al volver a mirar a esas bicicletas viejas? Esto enlaza frontalmente con una frase que me soltó un investigador de altísima reputación en el campo de la Fotónica. Mientras comíamos en la pausa de un congreso, el hombre, cuyo nombre no voy a revelar, entre patatas cocidas en cocinas de masas, soltó: en ciencia estamos siempre preocupados por producir, producir, producir, pero, no nos preguntamos ¿para qué? Venía a cuento por ese debate sobre si es mejor trabajar 6 horas, de forma eficiente, que 12 un poco más difusas. Pero claro, en ambas opciones el concepto sumergido es ¿cuál es la mejor forma de producir?. Este investigador en casi edad de jubilación, rompió este concepto cuestionándoselo y preguntándose sobre su misma esencia. Producir, producir, producir, pero, ¿para qué?.

Tengo 33 años. No es mucho. Tampoco poco. Pero con esta edad, terciaria, por decir que podría haber cubierto un tercio de mi vida, puedo sentirme emocionalmente muy ligado con una tecnología que suena tan añeja como son esas bicicletas que “corren” por las montañas de la Toscana. Y no es que repudie las nuevas tecnologías. Escribo este texto con un netbook mientras escucho la tele y cargo mi móvil conectado a internet, esperando recibir wassaps que me hagan gracia. ¿Y qué decir de esas bicicletas de hoy en día, que los engranajes suenan a diseño? Son organismos, más que mecanismos. Me enamoran. Pero, tanta tecnología, tanta producción ¿para qué?, ¿por qué?, ¿somos burros que nos ponemos orejeras y andamos hacia delante?, porque, atentos, esta es una de las respuestas más frecuentes: si no te adaptas, te quedas atrás. Pero, atrás, ¿de qué?

Me estoy pensando muy seriamente eso de volver atrás. Quiero volver a ese pasado 7 de Octubre para enfundarme un maillot del Reynolds, darme el pistoletazo de salida solo después de un buen desayuno en compañía, y sufriendo duramente esas rampas de carreteras sin asfaltar porque sabes que en la cima de la montaña habrá una guapa toscana con una sonrisa medio curiosa, medio vergonzosa, ansiosa por ofrecerte los pasteles que cocinó durante toda la noche. Tengo un año por delante para retroceder más de treinta.

En el mismo congreso donde uno de los mayores representantes de la tecnología empezaba a cuestionarse la productividad, quise contestarle como se merecía esa reflexión. Seguimos hablando de economía, y nos topamos con la globalización. ¿De qué sirve votar en un país, si las economías se deciden en otros? – Globalicemos la democracia- le dije. Como la economía de un país extranjero como China o EEUU me influyen, pues, por tanto,  debo tener derechos para poder seleccionar a sus gobernantes. La idea es demasiado simple para que no la hayamos pensado todos. Pero lo importante es cómo llevarla a la práctica.

En mi caso lo tengo claro. La bicicleta de mi padre es una Cyril Guimard de los ochenta. Pienso ponerla a punto, engrasarla, ajustarla, y quitarle todo tipo de elementos pro-tecnológicos, para que, en un año, me desplace a esa fiesta Eroica bajo las sombras de los bosques castaños. Allí la democracia gana colores, y lo de menos es quién tiene la bici más cara, sino la bici que ha sido cuidada con más cariño durante más tiempo, independientemente de dónde nacieron. Cuando llegue a lo alto de la cuestas, prometo guiñarle el ojo a todas las toscanas de melena castaña y sonrisa fresca. Quizá esta tecnología olvidada me permita ir lo suficientemente despacio para que se vea.

Imagen: El Pais Semanal.