Voy al super y compro todos los ingredientes para hacer un arroz de pescado.
Voy al incubador de 37ºC y selecciono las placas Petri de esas células que llevo preparando desde hace dos meses.

Friego bien la paella y le pongo un poco de fairy por debajo.
Empiezo a montar la cámara de electroforesis y preparo y añado el separador de poliacrilamida.

Pelo los gambones. Pongo a hervir las cáscaras en el caldo previamente preparado (o comprado).
Recojo las células cuidadosamente con tampón RIPA muy frío y las conservo en hielo.

Sofrío una cebolla, un pimiento y tomate triturado. Lo trituro todo y lo reservo para añadirlo posteriormente.
Preparo los extractos celulares con sample buffer. Pongo la mezcla a 100ºC para que se desnaturalicen las proteínas.

Caliento el aceite en la paella y le añado unos calamares bien limpios y troceados.
Cuando ya ha polimerizado el concentrador de poliacrilamida, preparo el separador con los pocillos correspondientes.

Añado el sofrito reservado anteriormente a los calamares.
Con mucho cuidado introduzco cada muestra en el pocillo asignado, sin olvidarme de los marcadores de pesos moleculares.

Añado un filete de emperador y una cola de rape troceadas en tacos a la paella. Mantengo el fuego fuerte hasta que coja el color.
Empiezo la electroforesis a bajo voltaje hasta que llegue al separador y aumentamos el voltaje hasta que la proteína que buscamos esté aproximadamente en la mitad del gel.

Sofreímos 100 gramos de arroz por persona en la paella.
Preparamos el tampón de transferencia previamente enfriado y montamos la cámara de transferencia.

Añado el caldo caliente (proporción 1/3 con el arroz) y hervimos 12 minutos a fuego fuerte.
Montamos el «sandwich de transferencia» y dejamos la transferencia a alto voltaje durante 2 horas.

Bajamos el fuego y hervimos durante 8 minutos más. Añadimos los gambones pelados y mejillones hervidos y congelados.
Sacamos la membrana con las proteínas e intercambiamos lavados entre la tinción con Ponceau-S, el bloqueo, el anticuerpo primario y el anticuerpo secundario.

Dejamos reposar y a comer.
Revelamos y a analizar el resultado.

Lo repito tantas veces como sea necesario hasta que encuentre el sabor que deseo.
Lo repito tantas veces como sea necesario hasta que confirme el primer resultado.

El trabajo en un laboratorio de biología molecular tiene muchas similitudes con el de una cocina. En el caso de este Western Blot, la finalidad es detectar una proteína específica entre miles diferentes. En el caso de la cocina, buscas un sabor entre miles posibles y, además, que te guste. En ambos casos, un buen protocolo mezclado con un poco de experiencia y una pizca de intuición te pueden dar los mejores resultados. Horas y horas de trabajo para obtener lo que anhelas. Ahí radica el origen de la innovación. De hecho, los grandes cocineros siempre intentan combinar ambas disciplinas, innovando en sus platos gracias al uso de técnicas e instrumentos de laboratorio. Visto desde un punto de vista bioquímico, las moléculas causantes de las explosiones de sabores que disfrutamos mientras degustamos un plato maravilloso, son proteínas y pequeñas moléculas que, al interaccionar con las papilas gustativas, hacen que sientas un placer y un bienestar especial. En definitiva, el cocinero está jugando con este tipo de interacciones moleculares que allá por el año 1969 fue bautizado como gastronomía molecular, y engloba todas las técnicas utilizadas para modificar las propiedades físico-químicas de los alimentos. Pero no solamente los grandes cocineros pueden innovar, también lo hacen todas las personas que investigan un poco en la cocina buscando sabores que les gusten o simplemente que les saque de la rutina. Y tú, ¿Investigas en tu día a día?  ¿te habías planteado alguna vez que hacías cocina molecular? ¿Conoces más ámbitos en los que la biología molecular tenga un papel importante pero discreto? ¿En la ropa, en los ordenadores, en la automocíón, …?

Imagen: Gel de poliacrilammida teñido con Ponceau-S, cortesía de Carmen Aguado.