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Estamos últimamente discutiendo con cierta insistencia la realidad o irrealidad de las cosas.

Comentabamos hace poco lo relativo o no del conocimiento y los conceptos científicos, no científicos y a-científcicos…
Desde una posición médica sería muy fácil defender lo inapelable y certero de nuestra forma de interpretar la realidad e interaccionar con ella. Desde una posición como «ser humano» es bastante más cuestionable conseguir llegar a tamaña conclusión.

No.
Lo científico, la Verdad de nuestro tiempo, lo aparentemente inapelable e inmutable, es únicamente el producto de una forma muy concreta de abordar la Realidad: el método científico. Hipótesis, experimentación / comprobación, reproductibilidad… son las bases de esta forma de clasificar lo que existe y lo que no, lo que es cierto y lo que es falacia.

Sería fácil apelar a la lógica para negar esta forma de afirmación. Una única manera, un único método para acercarse a la verdad de «lo ajeno» al ser viviente, debe ser por sí mismo un camino limitado y, profundamente falto de autocrítica, como en ocasiones se halla, puede ser únicamente una forma de sortear lo que no se entiende.

En radiología, en la percepción visual de la evidencia anatómica mediante el sentido visual, no se admite por definicion un hallazgo que no haya sido comprobado en al menos dos proyecciones. ¿Por qué deberíamos validar verdades individuales que responden a una única forma de abordar el entorno que nos acoge como bases sólidas para la interpretacion de la realidad?.

Sí.
Cuando se analiza y se comprueba un hecho, cuando se experimenta la relación entre dos variables y se contrasta la capacidad de repetir semejante acción con similares resultados en diferentes entornos geo-socio-demográficos, parece que adquiere peso específico la capacidad de afirmar que lo que se prueba, lo que se afirma, es Verdad.

No.
Que se afirme una verdad no quiere decir que se pueda definir o derivar el contenido o interpretación de realidades complejas a través de la misma. El método científico tiene importancia por la base experimental que impone pero, independientemente de este hecho, llevamos ya más de un siglo construyendo la realidad en función de los conocimientos sobre la misma extraída a través del mismo: construyendo realidad a base de ciencia la ciencia responde a la Realidad; del mismo modo, si analizamos una tarta de nata sus componentes serán obligatoriamente los ingredientes con los que la hemos cocinado.

Si.
La ciencia, la buena ciencia, por definición, debería tender a ser crítica consigo misma y no puede dejar de ser prudente a la hora de intentar alcanzar conclusiones complejas derivadas de hallazgos concretos.

En este proceso de constante evolución de sus propios mecanismos de generación de conocimiento y mejora de su capacidad de evaluación del contexto en que vivimos inmersos, la ciencia está alcanzando nuevas cotas de forma constante.
Lo más recientemente y exigente (de lo que yo conozco), la medicina basada en la evidencia, consiste en formular preguntas muy concretas que reciben respuestas muy concretas con un nivel mayor o menor de confianza de veracidad en función de las fuentes utilizadas.
El máximo nivel de fiabilidad vendría dado por el ensayo clínico, único estudio de verdadero diseño experimental, y, más allá, a través de meta-análisis de estos estudios, es decir, de la conjunción de los dispare resultados obtenidos tras la repetición sistemática de los mismos.

No.
Como decimos incluso los estudios científicos de mayor fiabilidad no siempre encuentran las mismas respuestas a las mismas preguntas, es evidente que no son infalibles.
Cuando cuestionamos los conocimientos que parten de creencias no-científicas (occidentales) deberíamos tener muy en cuenta las dificultades que el mejor de nuestros métodos de «percibir» la realidad no consigue superar.

Sabemos que en nuestro sistema de generación de conocimiento existen una serie de sesgos sistemáticos y rutinarios, más bien fallas, que vician cualquier respuesta que se pueda intentar derivar del mismo.

Un ejemplo que me parece especialmente ilustrativo es el sesgo de no publicación de estudios negativos: este incluye un problema de concepto (entender un estudio como el camino hacia la comprobación (obligatoria) de una hipótesis simple y no como un limitado enfoque unilateral hacia una pequeña porción del conocimiento (sea válida o no la hipótesis planteada a priori)) y un problema de la propia dinámica de generación de ciencia, que en un contexto en el que necesariamente debe primar la producción y el progreso, los concimientos sin aplicación inmediata pierden interés (y financiación) a muy corto plazo.
Un descubrimiento reciente me apoya en este cuestionamiento de la «verdad verdadera» los gurús de la «imagen basada en la evidencia» a nivel europeo comentaban de pasada recientemente que en estos momentos están trabajando con «meta-análisis de meta-análisis», un camino infinito que podría llevar al paroxismo.

Encuentro adecuado recordar la cita de Nieztche en la que se refiere al «artista trágico», que no es, dice, pesimista sino dionisiaco porque es capaz de afirmar la vida en su conjunto, con su comedia y con su drama.
Yo diría que estos artistas trágicos reflejan de forma más amplia lo que perciben que aquellos que mantienen un único registro en su abordaje de la realidad (aunque estos segundos puedan alcanzar mejores cotas de expresividad y/o comunicación, que es otra historia).

¿Cúal es la importancia de todo esto?

En un contexto, el médico, en que el sujeto pasivo (paciente) es objeto indirecto de acciones y decisiones externas predeterminadas y, en muchas ocasiones, no fácilmente cuestionables, conviene reconocer, y conviene comunicar, que nuestro trabajo, de elevada calidad, basado en una comprobación científica considerable y respaldado por algún siglo (en algunas ocasiones milenio) de historia, es «solo» el mejor camino que conocemos nosotros hacia la «sanación».

Hay médicos que no reconocen este hecho, nos sentimos impelidos por la responsabilildad que la tarea impone y por la gravedad de las consecuencias que de nuestras decisiones y procedimiento se derivan, de autoconvencernos de la incuestionabilidad de nuestro saber.

Por otro lado el rol del paciente, en constante evolución, en el que el sujeto es cada vez menos pasivo se dirige hacia la aparición de un espíritu crítico más o menos construcitivo en función de la información obtenida de variadas fuentes, no siempre las más convenientes (ver comentario en el post…link a eva).
Otros prefieren mantener un papel totalmente pasivo en el que transfieren la primera persona del singular al ajeno médico, que, al final, aunque sea tan sólo como mediador, va a gestionar su relación con la muerte, es decir con el límite más claro (si no el único conocido) de la Realidad.

Por tanto, desde la presunción de inocencia como jaleadores del pensamiento mágico religioso que nos da nuestra posición profesional como científicos, ¿no deberíamos recordar durante unos segundos al día lo limitado de nuestra posición?

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