La ciencia al igual que el arte puede considerarse una necesidad humana. Tanto una como otro aspiran a una comprensión del mundo que rodea al ser humano. Un repaso a la etimología de ambos términos ya nos da algunas pistas. Ciencia proviene del término latino “scire” que significa saber y arte tiene etimología griega y es un calco de “tecnos”, término que engloba a todo lo creado por el ser humano. Así pues la ciencia es producto humano, al igual que el arte, y según lo apuntado antes el arte sería un estadio anterior a la ciencia.

A lo largo de los años tanto el arte como la ciencia han ido desarrollándose y cada uno ha alcanzado niveles bastante sobresalientes. Para realizar cada una de estas actividades humanas es necesario que el ser humano posea sensibilidad y capacidad para contemplar el mundo. De hecho ambos quehaceres humanos han estado presentes siempre en el transcurso cultural de las civilizaciones.

En la Edad Media y en el Renacimiento los hombres considerados sabios sabían tanto de arte como de ciencia. Pensemos en muchos arquitectos de esos tiempos, como Miguel Angel o Palladio. Incluso podríamos citar aquí a E. L. Boullée, gran arquitecto visionario del siglo XVIII que profesaba un gran aprecio por Newton y por la teoría de la gravitación universal.

Con el transcurso de la historia y ya en el siglo XX el desarrollo tanto del arte como la ciencia ha sido tan extenso que hoy ya es difícil encontrar a personalidades con una visión tan holística del mundo.

La ciencia se caracteriza por múltiples aspectos. Por una parte el descubrimiento de nuevos fenómenos y la precisión en algunas observaciones han llevado a plantearse la estructura de las teorías. En un principio, arte y ciencia no son tan diferentes. El punto de partida del método científico son las hipótesis y en ese aspecto es donde los científicos se parecen más a los artistas. Un paso posterior permite llegar a la formulación de teorías como elementos sólidos de descripción del mundo y en otro eslabón o nivel de concreción llegamos a lo que se denominan paradigmas científicos. El paradigma mecanicista dentro de la ciencia física es un buen ejemplo.

Ahora bien la ciencia se caracteriza porque siempre se está cuestionando como es el mundo, lo que ha dado lugar a reformulaciones y reestructuraciones de sus paradigmas. Estos cambios de paradigmas siempre son enriquecedores porque si una teoría fracasa siempre deja una pequeña semilla que permite empezar a entender y ver el mundo de otra manera, y no siempre contradictoria, sino complementaria.

Pensemos a la sazón, dentro de la física, lo que supuso a principios de siglo XX la aparición de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Hasta ese tiempo la mecánica newtoniana había sido clave en el desarrollo de muchos aspectos científicos. Con ella se había podido deducir y luego comprobar experimentalmente la existencia del planeta Neptuno. Esta descripción del mundo se basaba en conceptos inmutables y ajenos a la propia existencia del observador como el espacio y el tiempo.

La teoría especial de la relatividad de Einstein publicada en 1905 supuso una ruptura de los conceptos de espacio y tiempo como hasta ese momento se venían concibiendo. Además, la existencia de otros fenómenos apuntaban hacia la idea de que la energía no se comportaba de un modo continuo, sino que a nivel microscópico se ponía de manifiesto la naturaleza discreta de la materia. Esto último dio lugar a una reformulación de la física que condujo a la mecánica cuántica. En esta ocasión son más los científicos implicados, como M. Planck, N. Bohr, P.A.M. Dirac, W. Heisenberg y E. Schrödinger.

Estas nuevas teorías supusieron un importante golpe para las teorías mecanicistas clásicas vigentes en ese momento. No obstante no invalidaron para nada la mecánica newtoniana, más bien delimitaron su ámbito de aplicabilidad. Conceptos como masa y fuerza pasaron a tener un significado diferente con las nuevas teorías. Lo anteriormente expuesto es un ejemplo de cómo avanza la ciencia y de cómo se pueden crear nuevos paradigmas e ideas directrices diferentes para englobar cada vez más una fenomenología más rica. Un cambio de mentalidad siempre es difícil, y no digamos en ciencia. En ella se peca, como en otros ámbitos de la vida, de cierto conservadurismo y modas. Muchos científicos nunca terminan de aceptar las nuevas ideas y mueren con las antiguas. El caso más notorio en la física de principios del XX lo tenemos con A. Einstein que no aceptaba el principio de incertidumbre. En cualquier caso son los nuevos científicos con las nuevas ideas los que acaban de instaurar los nuevos paradigmas.

Resulta claro pues que la formación de todo buen científico ha de tener una vertiente no solamente técnica, sino que también hace falta una visión humanística de la ciencia para comprender como ha evolucionado y como se ha desarrollado. Solo de esta manera podremos comprender de manera global la ciencia y no entenderla como una mera reunión de fenómenos, técnicas y conocimiento.

Resulta curioso como en los currícula de muchas carreras científicas tiene tan poca presencia la historia de la ciencia. De esta guisa los recién licenciados acaban sus estudios sin poseer una formación humanística que les permita tener una visión más elevada de la ciencia. En algunos casos la historia de la ciencia forma parte de cursos de postgrado o máster cuando debiera ser una disciplina transversal en la formación de cualquier científico.

La ciencia y su especialización han llegado hoy día a tal punto que muchos científicos nos hemos vuelto completamente competentes y en un alto grado, de campos muy específicos de la ciencia. Ello ha traído a su vez que los científicos de hoy día sean muy incompetentes a nivel humanístico. El análisis es uno de los elementos básicos de la ciencia, y como tal los científicos se encargan de desglosar y descomponer las partes de un todo para comprender la naturaleza. Ahora bien, ahí no acaba la ciencia, más bien empieza. Al analizar nos dejamos muchas cosas en el tintero y para comprender la fenomenología del mundo hay que echar la mirada atrás y desarrollar una visión global que permita ubicar nuestro tema de investigación, juntando todas las piezas que nos hemos dejado en el camino. Muchas veces la ciencia muere con la aplicación o el desarrollo tecnológico y con someras explicaciones de los hechos.

Lo expuesto anteriormente encuentra también su paralelismo en el mundo del arte. En las carreras artísticas se prioriza bastante el aprendizaje de las técnicas, ya sean pictóricas, escultóricas o fotográficas. Mención aparte merecen las artes escritas. El arte también está hoy deshumanizado. El mundo de las artes se encuentra actualmente y desde hace ya décadas dominado por la estética burguesa, la cual concibe a las obras de arte como una mercancía. En ciencia pasa algo similar. La transmisión del conocimiento ya sea científico o artístico está dominado más por las formas que por el contenido. Y lo mejor es que la ciencia y el arte en su desarrollo y progreso no dependen del formato de sus trabajos. Los árbitros o “referees” del arte y la ciencia han deshumanizado por completo las actividades que más definen al ser humano.

Solo a través de una percepción más holística y humanística los científicos y artistas tendrán un lugar más digno en el ámbito del quehacer humano.

 

Bibliografía

Gerald James Holton, Stephen G. Brush. Introducción a los conceptos y teorías de las ciencias físicas. Ed. Reverté. Barcelona 2004

Thomas S. Kuhn. The Structure of Scientific Revolutions. University of Chicago Press. 1962.

“Nuevas fórmulas para publicar ciencia”. Artículo de opinión en EL PAIS de Javier Tejada.